En el último tramo de la campaña electoral,  las empresas avícolas vienen cerrando sus puertas. No pueden atender la desatada demanda de huevos de parte de los señores votantes. Estos decidieron recibir a los candidatos con una pesada artillería de huevos,  para lo cual compraban en cantidad los huevos que eran distribuidos entre los asistentes a los espectáculos de los candidatos. De un momento a otro, gracias a una señal convenida, los huevos salían disparados y caían sobre el candidato. Este tenía que suspender su intervención al ser abrumado por cascaras,  yemas y demás partes de los huevos. La contra campaña se desató a nivel nacional, no tiene un líder visible y demuestra una eficacia inusitada. No hay candidato que se haya escapado de la furia de los huevos  y se presume que en los días venideros esos ataques se incrementarán.

 Todo comenzó el día en que el candidato Alan García recibió el ataque de un par de huevos. Parecía una acción aislada, un bombardeo sin consecuencias, pero era el inicio de una vasta campaña que con el correr de los días adquirió el rango de un ataque de artillería. Los votantes hicieron colectas para acudir a las avícolas y comprar centenares de huevos que después eran lanzados contra los candidatos. La protesta del huevo es una forma inédita que tiene  el elector de demostrar su descontento contra la conducta de los políticos de todo pelaje. Los huevos arrojados contra esos candidatos son cuestionamientos a sus mentiras, falsas promesas, ofrecimientos delirantes y demás patrañas.

Hasta el momento nada se ha podido hacer contra la avalancha de huevos. Las autoridades se han mostrado impotentes para frenar los bombardeos, pues los votantes son muy hábiles para ocultar sus proyectiles.  El cierre de las avícolas nacionales es solo una pequeña tregua, pues estamos seguros  de que los electores comprarán huevos del extranjero para seguir atacando a los políticos tradicionales y modernos.