Los nacionalismos de todos los colores y pelajes tienden a sobrevalorarse. Nos muestran seres llenos de buenas virtudes, casi angelicales. Es un chute de autoestima que necesitan alimentar a diario a ese narciso (grueso y larga como una anaconda) que anida dentro. Es un subidón de autoestima en toda regla. Y para ello han hecho uso de los estereotipos bastante perniciosos. Que unos trabajan más, sobre todo los del hemisferio norte. Lo del sur, el siempre sur, son vagos, buscan excusas para no trabajar entre otros malos ejemplos. Y algunos han hecho inclusive publicidad tirando de esos estereotipos. Cuando era adolescente salía una publicidad de un televisor que decía, “sí es alemán, es bueno”. Era una mentira a medias. Porque como sabemos los buenos y malos están en todas partes. Pero muchos de esos mensajes calan entre los espectadores y espectadoras. Lo recientemente ocurrido con los vehículos Volkswagen es una muestra de ellos, era un vil engaño a los consumidores, a los gobiernos, a ellos mismos al vender carros con piezas trucadas que al final no era nada ecológico (si eso hubiera pasado en un país del sur, seguro que los machacan). Amén de las noticias de líderes políticos, hombres y mujeres, alemanes adulteran su currículum de una manera clamorosa. Es bueno maquillarlo para una mejor presentación pero adulterarlo es casi delito. Inclusive algunos políticos germanos señalan que han copiado tesis doctorales. Y todo eso en Alemania donde todo camina sobre ruedas. Me preguntaba si el eslogan comercial seguía teniendo vigencia, “si alemán, es bueno”.  Recuerdo una vez cuando iba a tomar un tren en la estación de Chamartín y avisaron que había una demora de una hora, un ciudadano alemán se levantó de su asiento muy enojado diciendo que eso pasa en esos países atrasados del sur. Nadie entendió su cabreo de campeonato. Un otoño viajamos en tren desde Frankfurt a Saarbrücken a visitar a unos amigos, el bendito tren (alemán) tuvo una demora de hora y media pero nos resignamos estoicamente a esperar. A todo esto, la ceguera de las banderas es el peor árbitro.

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