En una batida de rutina los efectivos del serenazgo de Belén, descubrieron el hilo que conducía a los asaltantes de las presas para las parrilladas políticas. Ocurrió aquella noche que unos parroquianos, con caras de inocentes o inocentones, devoraban unos asados acumulados en forma sospechosa. Nadie podía comer tantas presas a la vez, como si fuera maderero dietado. Fue por ello que el jefe de los serenos beleninos, disimuladamente, se acercó a los comensales y les sometió a un hábil interrogatorio, sin meter la contundencia de la cachiporra. Al término de sus preguntas el uniformado concluyó que estaba ante los ladrones de las presas.

La sorpresiva detención de varios líderes políticos, más sus funcionarios de siempre, sus asesores de champaña o campaña, sus servidores y no de ocasión, sus parientes hasta varias generaciones, sus primos y prójimos cercanos y lejanos, ha provocado un terremoto entre las gentes de la tierra. Los detenidos, esposados, encapuchados, protegidos con frazadas y portando sus mismas almohadas, fueron trasladados en varios aviones a la Corte de la Haya, donde serán juzgados por el delito de haber fundado una esquiva y efectiva banda, sin música, que atentaba contra las sagradas elecciones de la patria verde. Como es sabido, la Corte en mención es el único lugar donde se pude buscar la justicia, pues los otros sitios desaparecieron luego de la limpieza internacional. Allí se conocerán los pormenores de ese increíble hecho.

Las personas de buena fe se hacen las inevitables preguntas sobre el bochornoso suceso electoral. ¿Esos políticos detenidos eran los autores intelectuales de la banda de las ánforas?    ¿O ellos mismos eran los peligrosos asaltantes, los audaces atracadores, que hacían de las suyas en tiempos de las urnas? ¿O alguien les contrató ventajosamente para liquidar las contiendas electorales? ¿Qué ganaban ellos mismos si ya no podían obtener ninguna ubre jugosa?