[Instantes en Iquitos].

El 1 de octubre de 1894, hace exactamente 110 años, el medio rural amazónico fue conmovido por una noticia singular. Una empresa instalada recientemente en Iquitos ofrecía comprar todo el arroz en chala, todo el arroz que se podía cosechar, pagando la respetable suma de 1 sol la arroba de 25 libras. La oferta partía de la firma Balbastro y Cia. Ese comercio de antes innovó la tecnología de ese tiempo al importar de los Estados Unidos una flamante y novísima piladora. Ignoramos en qué lugar, en qué  calle o fundo, estaba esa máquina que entonces modernizó la producción de ese cereal. Pero los moradores de ese tiempo fueron beneficiados con un producto que hasta hacía poco solo se podía transformar artesanalmente en el pilón del patio o de la huerta.

La piladora importada debió trabajar a tiempo completo y rendir sus buenos dividendos a los empresarios de entonces que apostaron por invertir en ese Iquitos. La Ciudad de las Ardillas no necesitó después comprar arroz de otra parte. Podía  también consumir lo que  se producía localmente, lo cual de todas maneras disminuía el precio, gracias a que no se pagaba el temible flete. La venta de arroz para la alimentación humana era en buena cuenta un principio de autonomía en la producción de ese recurso  de todos los días y de siempre. Pero algo falló. El ejemplo de la firma Balbastro y Cía se perdió. No tuvo continuidad. Y la ciudad de ahora, el Iquitos  del 2014, mayormente importa el arroz de siempre y de todos los días. El caso de la piladora no es aislado. Es una constante en la historia desconocida de la urbe y muchas fábricas  del pasado no llegaron muy lejos como veremos en las próximas entregas de esa sección.

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