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Corrían los años 2005-2006, una época en el Perú de cambios después de un gobierno no tan favorable para el país; Loreto y en especial Iquitos aun veía con ojos extraños las marchas de los cuatro suyos y demás como un buen pretexto para gritarle al o a los gobiernos de turno la accesibilidad que necesitamos y entre ellas la falta de compromiso con la comunidad LGTB amazónica. Eran los primeros gritos donde se escuchaba tímidamente la palabra homofobia. ”Pero eso no pasa aquí, ustedes los gays viven felices y bien aquí”, nos decían los que no querían reconocer nuestros pocos derechos ciudadanos; y en efecto ésta era la manera en la cual por entonces no se quería reconocer esta fobia social hacia las personas LGTB, en nuestra ciudad.

Aún los cambios legales en favor de nuestra comunidad no eran percibidos por el común de las personas, de hecho en esas épocas ni siquiera se había dado en Latinoamérica, eran cosas lejanas que pasaban en el norte o en Europa. Pero, ¿cómo nos atrevíamos a denunciar algo que no existía? Una tarea difícil cuando solo se experimentaba la homofobia de un gay visible lleno de estereotipos como ser únicamente un peluquero de esquina, y es que para los heterosexuales loretanos ser amigo o cliente de algún estilista reconocido en Iquitos te alejaba automáticamente del título de homofóbico o homofóbica; aunque después de pasar por sus tijeras y peines te opongas a que ese mismo comerciante de la belleza exija los mismos derechos que tú.

Muchos podrán decir que los tiempos han cambiado y que Iquitos se perfila como un paraíso para los gays, lesbianas y trans. Completamente falso, la imagen de Iquitos como región tolerante es una historia creada, sin autor y quizás imaginada por nosotros mismos para ponernos delante de cualquier ataque homofóbico. No puedes conocer Iquitos en solo un fin de semana cuando por el exceso de bulla y diversión no eres consciente de la cotidianidad de los amazónicos; cuando desconoces que los jóvenes LGTB de esta región huyen hacia Lima por la falta de oportunidades y si no puedes irte tu única oportunidad se reduce a ser cocinero en una lancha, bailarín de gimnasio, o el costurero de tu cuadra. Esos son los únicos campos donde puedes ser bien visto, dicen.

Somos visibles, pues sí. Somos más, pues no lo sabemos. Siempre fuimos y siempre estuvimos aquí solo que ahora la tecnología y los avances nos han ayudado a en este proceso de romper el tan oscuro closet, y esto ha enfurecido a muchos conservadores de la llamada isla bonita (Iquitos), un claro ejemplo que aquí no es el paraíso. Esto nos da nuevos planteamientos para nuestra lucha y nos da la fortaleza para ser una comunidad unida y sólida que se enfrenta al odio con nuestro único himno… Bienvenidos a Iquitos, señores. Esta es la casa del dios del AMOR.