Iquitos ciudad para soñar

Iquitos

–  Pero los pulpos que se insertan en las entrañas no dejan de joder

El proceso de demolición sostenida y abiertamente confrontacional en el proceso de ofrecer una calidad de vida con la elaboración de alcantarillado para la ciudad  de Iquitos y la construcción de grandes colegios emblemáticos  como es el Mariscal Oscar Raúl Benavides (MORB)  y el Colegio Nacional de Iquitos (CNI) es envidiable por donde se le vea.

La mala administración en la construcción de las obras que generaron el retraso de las mismas y por consecuencia la afectación del inicio de las labores escolares, es  tal vez el reflejo de la contradicción que atraviesa la historia de la principal ciudad de la Amazonía peruana: la realidad que aplasta el sueño de ver una urbe  que empate y viaje en el mismo carril de la personalidad singular viva, alegre, pícara, chispeante y en ebullición social de protesta que a lo mejor no significa violencia sino sólo la extensión de una sociedad que se deja sentir.

Iquitos es una ciudad para soñar. Claro que sí, pero cuando se ejecutan las obras como la del alcantarillado aparecen las minucias de la operatividad que destapan a su vez otros problemas y se convierte en un ejemplar caldo de cultivo que va deshilvanando una serie de truculencias de la empresa china, pormenores que son aprovechados por los que no intervinieron en la gran torta a ejecutarse y aplasta el sueño de ver como la primera gran ciudad del Perú tendrá este sistema de tratamiento de aguas servidas.

Aunque la obra termine satisfactoriamente habrá ya incubada en la médula de cierta sociedad la bacteria infectada del desinterés y la mezquindad, no para quienes hicieron la obra que en realidad serán seguramente los menos recordados sino para el sueño de creerse y querer ser una sociedad mejor.

Lo mismo sucede con los colegios emblemáticos. Enormes presupuestos intervenidos en colegios que no han sido reestructurados pedagógicamente y que están destinados a fracasar en la situación actual de cómo se administran estas instituciones públicas, aunque es competencia y normatividad nacional tanto uno y otro aspecto, estas infraestructuras promueven a pensar que las cosas pueden cambiar en referencia a la educación en la Amazonía, pero los retrasos escolares, pedagógicos, administrativos frenan una vez más lo que debió ser un auspicioso sueño de iniciar los cambios, al menos a lo que en infraestructura se refiere.

 

Hablando de Pulpos

Pero a su vez hay otras amenazas que aparecen revestidos de moluscos y se van enmarañando cada vez en las células de la sociedad amazónica. Lo que algunos llaman el pulpo para identificar una gestión regional, municipal,  provincial o distrital, en realidad nace también de las entrañas del tratamiento de la información que ofrecen algunos medios de comunicación. Algunos no parcial, sino totalmente politizados, sin ninguna referencia de argumentación que se sustente en la realidad.

Si ya de por sí la opinión sin base informativa como correlato es el más fácil y el peor periodismo que puede practicarse, cuando se suma la intención política tras bambalinas y en muchas ocasiones abiertamente proselitista y además confundiendo a la gente y llamando periodismo a un mero discurso, entonces este también se convierte en todo un pulpo que atrapa con chaveta en mano la conciencia de la gente.

A mi no me decepciona esta realidad, me enternece, me compromete. Teniendo una mirada distante y no diaria de lo que pasa en Iquitos podría tener una posición sectaria al momento de identificar los “intríngulis” de los procesos de desarrollo social de una ciudad que obviamente tienen muchos problemas de corrupción en varios campos de sus actividades. Que no sólo parten de la burocracia estatal sino del comportamiento de todos frente a esta realidad, a veces en abierto contubernio, a veces sólo ensuciando los zapatos y en otras mirando con complicidad del que calla otorga. Pero aún así no me decepciona. “En todos lados se cuecen habas” y prefiero ver la ciudad del sueño y de la enorme reserva para el país que es Iquitos.

Prefiero ver esa serpentina de verde que representa ir con dirección a Nauta, parar de vez en cuando y como el mejor manjar tomar un jugo de caña artesanal y sentir que basta un sorbo para pagar la felicidad de estar en medio de lo inesperado del cielo, prefiero sentir  las lluvias tropicales con olores que son de colores, el río abrazando e intentado devorar una ciudad como un auténtico y ejemplar pulpo marrón, deshilachar y sin permiso devorar todos los pescados, espina y cuerpo  y arreglarlo todo tomando los frutos silvestres que sólo son producidos en esta parte del Perú.

En medio de las conversaciones con los entrañables amigos, cuyo aroma, sabor y picardía es lo que real y efectivamente permanece en el tiempo también se mezclan la realidad apabullante de una ciudad en construcción con todas sus deformaciones que la información te permite ver. Pero prefiero detenerme en el chascarrillo, la anécdota, la sonrisa larga y la carcajada decibélica que sin permiso sólo en la selva es permitida. Eso es también para creer que una sociedad, por el simple hecho de poseer una personalidad tan iconoclasta a la cultura peruana, se deja querer al extremo.

 

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