Soy un optimista incurable cuando se trata del progreso de la gente. Me gusta ver el futuro con ojos de colores, a pesar de que en un momento todo pareciera matizarse únicamente de blanco y de negro. Le tengo recelo a los pesimistas, más aún si su pesimismo deriva de su abulia, de su indiferencia, de su escaso compromiso con el cambio social que es el motor que ha movido y mueve la Humanidad entera desde tiempos inmemoriales.

Sin embargo, hay que apuntar que gran parte del cambio social tiene su origen en la economía. Una economía que crece es sinónimo de productividad, de diversificación de la oferta, de calidad en la atención de la demanda, de fomento del capital humano, de creación de valor, de producción de bienes y servicios, de excedentes que a su vez impulsan el ahorro y la inversión, dos factores que incentivados adecuadamente multiplican y expanden los beneficios que deben llegar a la población.

En economía, según las lecciones del Dr. Luis Carranza, ex Ministro de Economía y Finanzas de Perú, se pueden distinguir varias fases del ciclo económico. Hay recesión cuando el Producto Bruto Interno (PBI) se reduce sostenidamente, es decir, cuando la suma de la producción de bienes y servicios de un territorio tiene un crecimiento negativo de más de tres periodos consecutivos. Se habla de depresión cuando el volumen de producción de bienes y servicios de un territorio se ubica distante de la tendencia de crecimiento de largo plazo.  Se puede hablar también de desaceleración cuando la caída del PBI es relativamente soportable o cuando se da en periodos cortos.

Pero al igual que nuestros días en la tierra, en la economía las cosas tampoco se presentan sólo en blanco y negro. Los periodos de recesión y depresión, tienen sus opuestos en los periodos de recuperación y expansión. Así, la etapa de recuperación que sucede a la recesión, a la depresión o a la desaceleración se denomina recuperación que es cuando el PBI empieza a crecer nuevamente luego de esos duros periodos en los que generalmente es el pueblo el que sufre. Y llamamos fase de auge, expansión o “boom” económico cuando el PBI alcanza un nivel mucho mayor a la tendencia de crecimiento de largo plazo.

De acuerdo a estas definiciones, nos preguntamos: ¿en qué fase se encuentra la región Loreto en este momento? Considero que estamos en una fase de depresión que nos ha tomado desprevenidos luego del gigantesco despilfarro de recursos del canon petrolero que ha caracterizado al gobierno regional y a los gobiernos locales durante muchos años, de la nula diversificación de la producción regional, del ahuyentamiento feroz de la inversión privada, y por qué no, de la letal corrupción que ha cancerado inmisericordemente las instituciones públicas de la región.

La crisis del petróleo nos ha abierto los ojos. Por ello, es saludable el anuncio de grandes inversiones públicas y privadas. Para este año, se anuncian la construcción del puente sobre el río Nanay, la construcción de la carretera Quistococha-Zúngarococha-Llanchama, la inauguración del servicio de transporte fluvial en embarcaciones tipo ferry, el empuje a las operaciones portuarias en Yurimagüas, la construcción de terminales de pasajeros en Iquitos, Indiana, Pebas, San Pablo, Caballococha y Santa Rosa, la reapertura de pozos petroleros previa puesta en operación del oleoducto, la construcción del Hospital Apoyo Iquitos y del centro comercial Mall Aventura Plaza, entre otros.

Todo este conjunto de inversiones, configuran un escenario optimista hacia la fase de recuperación. Primero, porque la logística que estos proyectos van a demandar están vinculados a otros sectores como el transporte fluvial y el sector forestal que tienen miles de trabajadores actualmente desempleados. Segundo, porque eso pondrá dinero en el bolsillo de la población económicamente activa fomentando el consumo. Tercero, porque ese consumo creará oportunidades para el sector servicios, el comercio y la industria.

“Prefiero ser un optimista loco, antes que un pesimista sensato”, dijo alguien. Y yo estoy de acuerdo con eso.