¿A qué hora de la linda lista de personajes de la radiodifusión loretana las cabinas se han inundado no sólo de la comprensible fetidez de los micrófonos sino de la desfachatez del pensamiento nulo que emanan de las cuerdas vocales de los que padecen naegleria fowleri con la particularidad de ser eternos y no momentáneos?

¿Por qué tenemos que soportar a unos ignorantes potenciales que mañana, tarde y noche tienen que pontificar sobre lo que desconocen y que solo hacen caso a las directivas que se manosean en las oficinas de la Av. Quiñones? ¿Por qué debemos pagar con los recursos del canon petrolero el monto de las concesiones en los medios de comunicación de unos mercachifles de la información con el añadido que se meten a opinar sobre lo que desconocen? ¿Por qué los empresarios de los medios de comunicación autorizan a que los cachueleros de la comunicación inunden los espacios que les ha prestado el Estado con la única finalidad de ladrar contra los que su amo cree que son enemigos de las palabras que él mismo pronuncia? ¿Por qué hemos sido indiferentes ante la avalancha de burócratas que en la mañana no se cansan de sobonear/sobornar a los jefes de pliegos y en la tarde hacen lo mismo y en la noche también lo mismo? ¿En qué momento los periodistas de dermis y epidermis hemos claudicado de la labor que siempre debemos cumplir para convertirnos paulatinamente en altoparlantes de los que creen que por tener el presupuesto tienen la potestad de dictar contenidos donde lo adjetivo ha cedido paso a lo sustantivo? ¿En qué momento los que se hacían llamar periodistas tan solo porque tenían la posibilidad de alquilar espacios en la radio y televisión se han convertido en los chalecos que desea el gobernante de turno no para protegerlo de la avalancha ciudadana sino para exculparlo de las metidas de pata/mano que toda autoridad padece? ¿En qué momento de la hermosa historia de la prensa escrita regional los analfabetos de fondo y forma han tomado posiciones para defender lo que no creen y alabar lo que no conocen como si el periodismo de opinión fuera un apéndice de la cloaca que toda vivienda posee para despedir los desperdicios? ¿A qué hora de la linda lista de personajes de la radiodifusión loretana las cabinas se han inundado no sólo de la comprensible fetidez de los micrófonos sino de la desfachatez del pensamiento nulo que emanan de las cuerdas vocales de los que padecen naegleria fowleri con la particularidad de ser eternos y no momentáneos? ¿Habremos renunciado los periodistas de vocación y formación a ejercer ese hermoso oficio de conocer todas las versiones para concluir en una que se acerque a la verdad y nunca a la verdad absoluta? ¿A quién o quiénes tendrán que acudir los seguidores o sucesores de Saldaña para decir lo que deseen aunque ello no sea el deseo de los patrones que no llegan ni siquiera a la condición de barones? ¿Vamos a soportar por los siglos de los siglos las majaderías de quienes se visten de periodistas y con micrófono en boca han suplantado el trabajo de los cachupines de las calles loretanas?