Cuando un político o política pierde la referencia con la realidad hay que temerlo. Hay que mirarlo de lejos pero con cuidado, puede descarrilar en cualquier momento y la democracia debería implementar mecanismos de control contra personas como esas. En la frontera de España con Marruecos una de las medidas “disuasorias” en el alambrado que divide esos dos países es que se han colocado unas “concertinas” que son diminutas cuchillas que cualquiera que se prenda sobre ese alambre puede ser cortado, como de hecho a ocurrido. Hay una persona que ha muerto desangrada, según testimonios. Pero el ministro del sector, un político que últimamente afea a todos y él cree saber más que nadie, ante las críticas llovidas por grupos políticos, la misma Iglesia ¿?, las ONGs que esas concertinas no son las más adecuadas él respondía que a él no le dan clases de derechos humanos y que España era campeón en esos temas. Vale recordar que esas cuchillas la pusieron durante el gobierno de Zapatero (sí, el y su gente van de buenísimas personas) y luego la retiraron y la han vuelto a poner. Para añadir más fuego se han mostrado cuerpos de personas mutiladas por esas tajaderas y el ministro de marras negando la evidencia ¿? Una medida como esa (incluye también la decisiones tomadas por Zapatero y Rajoy, este último en una entrevista dudaba que esas cuchillas hicieran daño o no, muy a su estilo de esquivar la pregunta y no decir nada) muestra la orfandad en empatía de cierto sector de la clase política española (y parte de la sociedad civil) con la dignidad de la persona humana. Es para gritar: ¡Imbéciles, son personas! Seguro que hay otros métodos más disuasorios pero estamos llegando al absurdo en esta política en Europa que cada día se vuelve más xenófoba y racista.

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