Leyendo el dietario del escritor Enrique Vila- Matas me topé con un personaje citado por él que proviene de la sociedad japonesa actual, el hikikomori para mis oídos peruanos sonó algo así como Fujimori, vamos, que no me era exótico ni raro. Con esta palabra se refieren a las personas que son solteros parásitos. Por lo general, son jóvenes que viven en la casa con sus padres, que no hacen absolutamente nada útil. Se encierran en sus habitaciones durante el día, se relacionan poco con otras personas para evitar la presión exterior, no me presiones suele ser el grito de guerra o paz. Sienten  abrumadora tristeza y se tumban prolongadamente a dormir por largas horas. Es decir, casi berrean por vivir en una burbuja de cristal frente al mundo exterior. Digo casi porque por las noches están prendidos y prendados a la televisión o internet como unos posesos. Me recordaba al síndrome Oblomov, citado por el mismo escritor catalán, con síntomas casi parecidos. Parece ser una enfermedad o síntoma de los tiempos actuales; presumo que en Japón o en países altamente industrializados el estrés laboral estará a la orden del día y también en los otros países del hemisferio económico ante los trabajos precarios de cada día. Pero a pesar de todas estas pegas de fondo, seguro que alguien en su vida no se le ha cruzado ser por unos instantes un hikikomori, sería la gloria aunque lo degustemos por unos segundos. Es como hacer un paréntesis en tu vida. El hikikomori no hace un paréntesis, él casi pergeña un relato largo sobre la holgazanería. Este honorable hombre, lo digo así porque, por lo general, son hombres los que lo hacen, dan sin querer una patada al sistema laboral que están enloquecidos por el trabajo más que la histeria calvinista de algunos países anglosajones (o anglosajinos como decía mi compañero Pashurita Delgado en los años verdes de la universidad). Este hikikomori tiene su correlato en el mundo amazónico que sería retratado por el personaje social del quillaoficio, aquel personaje que busca desesperadamente el ocio, el no hacer nada. Es un claro indicador que el hikikomori o el quillaoficio nos quieren decir algo de estas sociedades.

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