ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel
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Una noche vi en la televisión la noticia del secuestro de un motociclista conocido, hijo de un empresario de mucho dinero. Recuerdo su nombre: Heriberto Scavia, Los terroristas, para amedrentar a los familiares, quienes se negaban a desembolsar la suma que les pedían, le cortaron una oreja a Heriberto y se la enviaron al padre dentro de una caja de torta. La televisión pasó esas imágenes. Además de impactarme a un grado tal que pasé semanas soñando con la oreja de Scavia –llegué a pensar absurdamente que, si Heriberto salía con vida, al menos podría disimular con el casco de motociclista la oreja amputada-, el caso hizo que me preguntara si mis padres pagarían un rescate en el supuesto de que los terroristas decidieran secuestrarme. Entonces, imaginaba cómo sería la convivencia con los captores mientras duraran las negociaciones. (pag. 233-234)

En 1987, como parte de las maniobras orquestadas por esa facción de las Fuerzas Armadas que quiere tumbarse a García, Monsante ordena que tres aviones de la FAP sobrevuelen Palacio de Gobierno. Es una señal de los milicos, como diciéndole a García que tome en serio la molestia de los cuarteles, que se prepare para cualquier eventualidad. “Ese día pensé que íbamos a bombardear Palacio, pero solo querían asustar a Alan o quizás querían prevenirlo”, me confiesa Monsante más tarde. (pag. 227)

Hacia medianos de marzo, Marka lo denuncia por una compra supuestamente irregular de más de cien mil fusiles argentinos durante su gestión en el despacho de Guerra (…) “Todo acusa al exministro Cisneros Vizquerra”, dice uno de los titulares de Marka. El diario Clarín rebota la noticia en Buenos Aires. No obstante la denuncia, con extensos despliegues semanales, es un ataque poco documentado. El general Cisneros responde furiosamente a través de  una carta pública, señalando que se trata de una venganza contra un exministro que, cuando estuvo en actividad, cerró publicaciones y deportó a algunos comunistas (…) Como respuesta, el director de Marka, un periodista fogueado llamado Juan Manuel Macedo, escribe iracundos y calumniosos editoriales contra él. Al leer esos artículos hoy caigo en la cuenta de que se trata del mismo Juanma Macedo con quien todas las noches intercambio saludos en el set de televisión donde coincidimos, y no dejo de pensar si su cordialidad conmigo es genuina o fingida. (pag. 210.211)

Tres partes de un libro llamado “La distancia que nos separa” de Renato Cisneros, donde la editorial advierte inusualmente que “no asume ninguna responsabilidad por el contenido del presente trabajo periodístico e investigación respectiva, siendo el autor el único responsable por la veracidad de las afirmaciones y/o comentarios vertidos en esta obra”. Y el autor añade al inicio “este libro es una novela de autoficción. No es propósito del autor que los hechos aquí narrados, así como los personajes descritos a continuación, sean juzgados fuera de la literatura”. Es un libro de lectura necesaria (¿habrá algunos de lectura innecesaria?) porque en sus páginas se encuentra parte de la historia del Perú, personajes notorios y me atrevo a decir una explicación de la realidad de la sociedad peruana. Porque, si no es mucho atrevimiento, creo que Heriberto Scavia es Herbert Scavino y Juan Manuel Macedo no es otro que el grande José María Salcedo, Chema.