En el epílogo del noticiero cierra inesperadamente con una canción de Blondie- Heart of Glass y como un rayo en plena tormenta los recuerdos me inundan al escucharla, quedando en estado de shock. Me remueven. Es un zurriagazo a mis emociones en este estío peninsular que me deleita con la novela de John Banville “Antigua luz”. La cantante rubia, discreta en el baile y con cierta sensualidad (me recuerda a la chica de la película Bonnie and Clyde), no deja de ser sensual, sí, modosamente, lo justo para embrujarte. Sus labios pintados de rojo intenso y una sonrisa graciosa, casi un esbozo como consciente, la cantante, de su belleza que no necesita de meriñaques (era la musa del punk). Sí, la canción de esta canta neoyorkina me remontaba a la época del colegio y los primeros de la universidad, de amores platónicos y noches de discoteca, de patas discutiendo de rollos de política alrededor de un café y la tonadilla de la canción merodeándonos. Los años verdes, lo llama y llamaba mi amigo Alfonso Castro. También vale decirlo, que esta canción me hubiera gustado, en mis tiempos, bailarlo sólo como se baila por estos lares y mares, sin necesidad de pareja (hay que decirlo que hay canciones que solo se bailan con pareja, y lo dice un pata como yo que es muy patoso y torpe para bailar). Sí, porque era un canto a la resignación de un desamor, y en esos momentos eres tú frente al mundo, a tus oportunidades para rehacerte. De pensar en salir de ese mar salino de un fracaso emocional sin esquirlas ni rencores. Son baches en esta larga avenida que la llaman vida. Me levanto y voy a buscar la canción de Blondie y la escucho como diez veces, y bebo un sorbo de gazpacho.

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