Ha organizado dos encuentros nacionales en Iquitos. Sobre Filosofía, nada menos. Y ha sido uno de los mejores directores de Cultura de la Región Loreto. Que no es poca cosa, aunque siempre parezca administrativamente fácil dirigir una entidad estatal. Es un docente universitario que tiene su centro de operaciones en la Facultad de Educación – Escuela de Filosofía de la Universidad Nacional de la Amazonía Peruana. He consultado con algunos amigos en común y me han dado una referencia sobre él, resumida en esta frase: “es una buena persona”. Esa consulta fue posterior a la charla que sostuvimos hace algunos días en público y, también, en privado. Lo encontré en el café de Pedro, ese lugarcito en Iquitos tan emblemático y que, a pesar de las circunstancias, no pierde su atractivo, precisamente porque es frecuentado por personas como Julio Olórtegui Saenz.

No sé si por cuestiones existenciales que vienen de vez en cuando pero por estos días ando muy obsesionado con el diálogo, la conversación, el intercambio de palabras, la confrontación amistosa. Hemos perdido la costumbre de conversar, de escucharnos los unos a los otros. Y todo ello –que hemos perdido- ha sido la esencia de la Filosofía. Y vaya que dialogar con Julio es apasionante. No sólo por su biografía sino por el conocimiento que transmite. Ha estado, por ejemplo, preso por cuestiones políticas. Ha sido dirigente de los estudiantes universitarios cuando los líderes combinaban conocimiento, inteligencia y coherencia. Y, ¿saben? creo que está en sus genes el ser contestatario, revoltoso, cuestionador. Rebelde, pues. Como debemos ser todos.

Y nos hemos entrampado en una charla que, confieso, ha sido una de las más lindas que he sostenido en las más de dos décadas que llevo conduciendo programas en la televisión. Con los matices que siempre limita la pantalla chica hemos hurgado en la búsqueda de la verdad y la veracidad. Hemos hablado sobre ambos términos, parecidos pero tan distintos a la vez.

Me ha dicho con la sabiduría de su ímpetu que siempre se debe buscar la verdad y no la falsedad, que para los griegos significó un nodo de vivir. Me ha dicho que “todos tenemos el diablito y el angelito en nuestro ser” y que está en nosotros ir por uno y otro lado, con el uno o el otro. “La filosofía busca la verdad, solamente la verdad y es heterogénea. Mil filósofos darán mil conceptos de filosofía”, me dice y comienza una referencia interminable de clásicos y modernos. Y hablamos de ética y moral. Y para entrar en coyuntura le suelto la aseveración: “Ningún Presidente de la República del Perú ha tenido la capacidad moral para gobernar”. Y él responde: Porque siempre han mentido y la gente lo ha aceptado. “No votamos por un programa sino por una imagen, votamos inconscientemente y luego vienen los arrepentimientos”, dice.

Y en medio de conceptos y análisis de la realidad me dice que la verdad es aquella que se puede contrastar con la realidad y verificarla. Así de simple. Pero qué difícil la hacemos. Para no ingresar en un mar de expresiones le digo que “es difícil que un político sea moralmente intachable. Y con el brillo en los ojos y la agilidad verbal habla: “Sólo si puedo cuidarme a mí mismo, puedo cuidar a los demás”, decía Platón. Y, seguro por el rostro que pongo, añade: “la actividad política es la misma que se hace en el hogar”, decía Aristóteles.

Gracias maestro, gracias Julio. Es verdad, verificada en la realidad de esta conversación, con personas como usted el mundo sería mejor. Mucho mejor. Lástima que la misma historia nos enseña que siempre prescindimos de ustedes, como de usted prescinden los gobernantes de las instituciones.