Una de las maldiciones políticas que usan con efectividad diversos actores políticos y sociales en nuestro  país es la acusación, por nada, contra gente que no piensa como ellos. Una estrategia que ha sido muy bien ubicada para desacreditar cualquier opinión diferente, lo peor, esta práctica ha sido trasladada a los ámbitos sociales y, como una especie de enseñanza pedagógica, mucha gente común califica de terrorista a su par por el simple hecho de observar u opinar en contra, por ejemplo de ciertas inversiones.

Desde aquellos que quieren ser una opción diferente, como la izquierda o los ambientalistas o los grupos minoritarios como los LGTB, hasta los dirigentes ahora son “terrucos” porque irse contra ciertos preceptos religiosos, políticos y económicos es atentar contra la sociedad y asumir una posición terrorista, casi similar o réplica de lo que significó Sendero Luminoso o el MRTA. Y hay que decirlo, en muchos casos el temor ha cundido y hasta jóvenes que ni siquiera pueden identificar la violencia pasada, adoptan estas poses porque consideran que quien las endilga quiere el “desarrollo y la paz” y el otro, ósea el “terruco”, es una amenaza.

Ha calado tanto que ahora significa incluso que esta posición se hereda y se traslada a través de la sangre. El jueves pasado en un evento “académico” minero, el gerente de la transnacional Mexicana Estadounidense Southern Perú Cooper Corpporation, Carlos Aranda, ante un público minero y en general ante especialistas y técnicos, aseguró que en el distrito de Deán Valdivia – la Curva (Arequipa) hay un gen terrorista que se opone al proyecto minero Tía María por el hecho que en este distrito nació el líder del sanguinario Sendero Luminoso, Abimael Guzmán Reinoso.

Un gerente de la más alta especialización que debería estar en relación con la comunidad, saber sus intereses y conocer sus expresiones y respuestas porque además, es una empresa que lleva años tratando de acercarse a la población para obtener una licencia social, se atreve a decir semejante ignorancia y despropósito. Incluso señaló que la casa de Abimael la tienen “limpiecita” y  cuidadita, cómo si por la sangre se pudiera trasladar el terrorismo de estado que practicó este movimiento Mahoista.

La empresa ha hecho evaluaciones permanentes en la zona y hay un porcentaje (60%) que en este distrito se opone al proyecto porque en la zona más poblada, (Cocachacra) según ellos, ya tienen una mayoría pues un solo 40% se les opone. Es decir en su criterio ellos no poseen el gen terrorista y seguramente son afines al Fujimorismo, quienes son los padres de esta política de desacreditación a través de acusar de “terrucos” al que se les opone en este y otros temas.

¿Qué hace que un gerente de una transnacional opine, sin que le pase nada, de esta manera además en contra de la gente a la quiere convencer? No es sino la confianza que se ha depositado en él la cultura de abolir la opinión diferente. Esa cultura instalada hace años de invalidar al contrario, sobre todo al pobre por el sólo hecho de no aceptar su pensamiento. Lo que antes se hacía solo por un decreto y a la fuerza. El pensamiento gamonal, burgués, patronal ha hecho que su lenguaje no repare en consideraciones sociales para las que supuestamente está preparado.

Y como casi todos los grandes medios de comunicación están en manos de los compadres de Carlos Aranda este hecho pasa desapercibido. Otra cosa es que una trabajadora de un museo donde existe un espacio para reflexionar sea grabada y tildada de terrorista ante un senil congresista afectado por la realidad y los años, ahí sí las campañas se masifican y ponen en relieve el supuesto raro accionar de la servidora pública la cual es echada, pero a Carlitos Aranda no le pasa nada. La empresa saca un comunicado con el cuajo de decir que él no les representa. Ósea era un extraterrestre quien habló por ellos.

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