Es curioso que quienes menos han contribuido a mantener y defender al fujimorismo en Loreto hoy estén a la puerta de gozar de algo de poder que esa fuerza les proporciona. Digo curioso porque la política –siendo un mundo lleno de contradicciones y traiciones- loretana de los últimos veinte años se ha nutrido de una falacia que se desbarata con los resultados de ayer domingo.

El fujimorismo ha tenido personas que se han fajado en los años más duros. Esas personas incluso han recibido diatribas de parte de quienes hoy se han reconvertido electoralmente alzando las banderas que tan solo ayer querían derribar. Y esos tienen nombres propios: César Ortiz, por ejemplo. Jorge Ramírez, otro ejemplo. Juan Carlos Gálvez Mondragón, más ejemplo. Esa gente se ha fajado por defender un gobierno que el cascarón mediático se encargaba de repudiar. Sin embargo, llegada la hora de gozar de esa defensa, la lideresa Keiko Fujimori creyó conveniente convocar a quienes anteriormente eran sus opositores. Lo hizo, claro está, pensando en las posibilidades de ganar en segunda vuelta, como se lo presenta hoy.

Después de la nominación de candidatos al Congreso se ha evidenciado en Loreto una nueva forma de entender el fujimorismo: oportunismo. No es que el oportunismo esté mal perse –como dirían los economistas- sino que se renuncia a la lealtad por una aspiración mayor: llegar a la Presidencia de la República. Y ese logro no se ha fortalecido con esa convocatoria sino que ha provocado una situación contraria: que los convocados han sido los únicos beneficiados. Pues, es evidente que más han ganado los neofujimoristas con ese llamado que el partido de Keiko.

Y la prueba de ello se tendrá en los próximos días cuando se inicie la disputa de la segunda vuelta. Los fujimoristas de convicción y corazón –que los hay- saldrán a las calles y los medios para defender el gobierno de Alberto Fujimori y propiciarán el “ablandamiento” de la hija Keiko. Mientras que los beneficiarios se mantendrán al margen porque sus propósitos ya han sido logrados. Eso tampoco está mal, pues algunos dirán que está bien que paguen así –con traición- a una lideresa que traicionó a sus partidarios en beneficio de sus oponentes. Y no está mal, tampoco, porque era evidente que la defensa de esos neofujimoristas era más una pose que una lealtad. Además, en política las lealtades no se prestan sino se ganan. Y eso, no ha sido el caso en Loreto.

¿Qué espera al fujimorismo en Loreto en esta relación entre nuevos y antiguos? Nada bueno. Ni para ellos ni para Loreto. Ni en la oposición ni en el gobierno. Porque en ambos casos ya verán que quienes saldrán perdiendo somos los pobladores.

Llamada Después de la nominación de candidatos al Congreso se ha evidenciado en Loreto una nueva forma de entender el fujimorismo: oportunismo. No es que el oportunismo esté mal perse –como dirían los economistas- sino que se renuncia a la lealtad por una aspiración mayor: llegar a la Presidencia de la República.