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Hace unos años escribía sobre que las puertas se abren con actitud y hacía referencia a que durante varios días tenía problemas para abrir una puerta, y que a medida que iban pasando los días iba logrando mayor destreza que al cabo de dos semanas me permitían abrir la puerta sin ningún problema. De ahí mi reflexión de que las puertas se abren con actitud.

Ahora, que vivo en una casa en donde su mayoría todos son estudiantes y uno que otro oficinista me veo envuelto entre varias llaves y en un proceso de reconocimiento de que puerta abre cada llave, para luego hacer el ejercicio de abrir cada puerta, entrar en confianza con ella y a continuación entrar y salir en tiempo récord.

Por supuesto, todo sería más sencillo si la dueña de casa no tuviera un trauma con la seguridad. Tiene puestas, puertas y rejas para todo. Inclusive una cámara de vigilancia. En estos tiempos la última me parece más normal.

Ella tiene una puerta que da a la calle, detrás de ella una reja que da ingreso a casa, quizá primero vaya la reja y luego la puerta. Pero al parecer la dueña se llama Alicia y esta casa es un poco el país de las maravillas.

A las semanas de haber llegado a esta casa, una persona murió. El ataúd fue puesto en la puerta de mi habitación, porque entre ir con el cajón al hombro y traer el muerto en él era más practico traer al difunto y ponerlo en su ataúd sin generar mayor esfuerzo físico y menos haber tenido que hacer movimientos circenses para cruzar cada una de las puertas. La del primer, segundo y tercer piso.

Cuando niño, en mi pueblo de Amazonas no recuerdo que tuviéramos llave. Tampoco recuerdo que las puertas estuvieran cerradas. Por el contrario, estaban siempre abiertas y todos eran bienvenidos. Cuando llegaba la noche y era hora de dormir, mi padre cerraba la puerta sin el más mínimo sentido de la seguridad, sino con un amplio sentido de la confianza, en él y en sus vecinos.

En estas semanas he llegado a la conclusión que para abrir las puertas no solo se necesita actitud. Sino que también fuerza y paciencia. Mucha paciencia. Fuerza porque de tanto ir de puerta en puerta terminas por cansarte y si la paciencia no está de tu lado, puedes caerte o golpearte en el camino y no llegar a la última puerta. Esa puerta que para quienes salen de casa es la meta, y para quienes entran, el inicio de un laberinto.

No estoy hablando de una cárcel sino de cómo se van asegurando las casas, tanto hacia afuera como hacia dentro. Por supuesto si mañana hubiera un desastre y tendríamos que salir corriendo, no lo lograríamos y quedaríamos todos a medio camino y con un poco de suerte, pensando en el que hubiera sido de nosotros si llegáramos a la última puerta.