Cada 22 de febrero los apristas se reúnen para celebrar el nacimiento del líder y fundador Víctor Raúl Haya de la Torre y a la que llaman “Día de la Fraternidad”. En verdad son muchas cosas que se puede escribir sobre las peripecias ideológicas, vericuetos electorales y acomodos gubernamentales de este partido que fue fundado en México y que tuvo sedes en países extranjeros antes que en las provincias peruanas. Primero que los compañeros tendrán que admitir que esta celebración es un evidente culto a la personalidad.  Sin embargo, este culto no debe ser visto como un error sino una reafirmación que no hay grandes movimientos sin grandes líderes/caudillos. Los personalismos –tan dañinos en la política internacional/nacional/regional- son un mal necesario. Haya tenía un ego fenomenal que fue transmitido luego a varios dirigentes y transformado en ego colosal en la personalidad de Alan García Pérez.

Invocando a la fraternidad los apristas han cometido las más grandes traiciones y provocado las más encarnizadas disputas. Fraternidad, ¿cuántas barbaridades se cometen en tu nombre? No olvidar, por ejemplo, las disputas post muerte de Haya de la Torre entre los seguidores de Armando Villanueva y Andrés Towsend, ambos autoproclamados como herederos de un liderazgo intransferible. Y, si nos ponemos memoriosos los loretanos, recordaremos la disputa fratricida entre los seguidores del entonces diputado por Loreto, Orison Pardo Matos y el alcalde de Maynas, Rony Valera Suárez. Muchos apristas quieren olvidar esa parte de la historia y otros tantos saben que la misma fue provocada por desviaciones que siempre han motivado fricciones en la política. Y las elecciones internas en el aprismo son la más clara muestra que la fraternidad es un logro aún no alcanzado y las asambleas de delegados –donde reyna la cachiporra mezclada con traiciones bufalescas- son un canto a la barbaridad partidaria.

Con todas las desviaciones evidenciadas en alianzas electorales y errores gubernamentales no sería justo desconocer la importancia que ha tenido el APRA en la vida Republicana del Perú. Han colaborado con gobiernos militares y democráticos. Han ofuscado a dictaduras y democracias. Han sido protagonistas de la vida política, ganando o perdiendo elecciones. Como las de 1962 –que ganaron- o las de 1963 –que perdieron- y, si prefieren, las deportaciones que sufrieron los líderes como Luis Alberto Sánchez que fue remitido a Chile o el mismo Haya de la Torre que estuvo en la Embajada de Colombia por un lustro.

Es bueno recordar en este natalicio de Haya de la Torre a una agrupación que después de cinco décadas de fundada ganó una elección con Alan García Pérez, aunque en variadas oportunidades acarició y convivió con el poder. Total, para eso se forman los partidos. Los compañeros han hecho suya esa frase: “Fe, unión, disciplina y acción” y se han movido en diversos escenarios invocando el “espacio, tiempo histórico” aunque la congresista María Pérez Tello ha dicho, en reciente entrevista en el diario “La República”, que eso ha servido para justificar los acomodos coyunturales. Hoy, como en mis años universitarios, acudiré a la Avenida Alfonso Ugarte para escuchar el discurso entretenido, demagógico e ilustrado del que alguna vez tuvo la oportunidad de transformar este país y la desperdició. Porque, finalmente, escuchar no es pactar.