Fragmentos (2)

Por Miguel DONAYRE PINEDO

El lúcido libro de Mélich, Ética de la compasión, es una buena carta de navegación para campear estos tiempos desnortados donde observamos que los grandes relatos son reducidos a meros objetos decorativos que se parecen, y mucho, a los jarrones chinos, no se sabe que hacer con ellos, algunos sugieren tenerlos como referencias históricas o hitos cartográficos. Por eso las posibilidades de una novela total, que se hablaba antes hasta el hartazgo, han quedado pulverizadas por estos tiempos “líquidos” como denomina Bauman.  El relato no dibuja el mundo, dibuja un mundo de los otros posibles – uno de esos mundos pergeñados es la reciente novela de Jonathan Franzen, un lienzo de los posibles de la sociedad norteamericana actual [por ejemplo, los inmigrantes latinos son meros figurantes en la novela]. Es así que se puede entender la propuesta de ética de la que propone Mélich, no la de los grandes principios sino que ante una situación como respondemos y para ello, él se apoya en la parábola del buen samaritano, el samaritano al margen de la moral prescriptiva responde en compasión frente al hombre herido. A los personas más que por lo que decimos, deberían juzgarnos por lo que hacemos frente a la alteridad. Hay que correr de los fiscales morales que nos señalan cuál es el camino, Mélich enfatiza quien pregona los paraísos terrenales es un chapucero, estos no existen porqué los que se han ido a esos edenes no han vuelto para contarnos cómo les va en ese paraíso. Es un texto el de Ética de la compasión que nos renueva como el aire fresco en un contexto tóxico.