El Congreso del Perú luce a estas alturas con sus curules vacíos. Es recién el primer año del gobierno de PPK y la oposición ya no existe. El episodio del abandono del recinto parlamentario comenzó cuando el flamante mandatario peruano declaró a un periódico extranjero que iba a jalar a los congresistas que integraban el colectivo fujimorista sin ser militantes acérrimos del ingeniero y sus descendientes. Al día siguiente, los mismos congresistas mencionados se pasaron a las filas del partido gobernante. Así  nomás, sin  dar ni pedir explicaciones esos parlamentarios dejaron sus afiliaciones y filiaciones y se declararon pepecausistas de nacimiento.

Ninguno de los parlamentarios tránsfugas reparó que en se momento había un ley que castigaba el cambio de camiseta. El castigo era el curul vacío, el abandono de las funciones parlamentarias y el no reemplazo por nadie. De manera que el Congreso  empezó a quedarse sin esos parlamentarios que habían elegido la fuga ignorando el nuevo ordenamiento jurídico del país. En poco tiempo el número de congresistas disminuyó grandemente porque de todas las bancadas optaron por pasarse al que iba adelante. Cuando los parlamentarios se dieron cuenta de que habían metido  la pata, era demasiado tarde.

El Congreso funciona ahora a media máquina, no hay oposición y más parece una mesa de partes donde el partido gobernante gestiona sus leyes. Los fujimoristas tratan de recomponer sus fuerzas dispersas, los otros partidos se suman tratando de ejecutar alguna labor opositora pero es imposible hacer algo debido a la falta de congresistas. A ese paso pronto en el Perú desaparecerá el poder legislativo y solo quedará en el horizonte PPK y su idea de jalar a los parlamentarios opositores.  Para tratar de salvar el pellejo algunos congresistas hacen parrilladas, tonos y distintas presentaciones circenses. Pero el ánimo de los parlamentarios está por los suelos y se espera que en cualquier momento el Congreso cierre sus puertas para siempre jamás.