La macabra petición de las mitras  de ambos personajes no era literal, lógicamente. Las furiosas ucranianas no querían esas testas sangrantes en sendos platos, como se estilaba antes. Lo que ellas anhelaban era exhibir a ambos personajes como muestras de lo que no se debe hacer con algo público. Así fue  como  Repetto y Bendayán acabaron como piezas del mismo museo que montaron  a espaldas de los que algo sabían sobre Iquitos. Esa majadería cívica es lo que más enconó a las protestatarias   que vinieron de lejos a poner las cosas en claro, a arreglar las cosas.

En cerradas compartimientos de vidrio, ubicados el uno frente al otro,  fueron entonces encerrados ambos ciudadanos para ser exhibidos diariamente como 2 valiosas piezas de una especie de neomuseo, de museo de otra filiación, de museo de arte de vanguardia.  Los personajes  eran alimentados por un complicado sistema de sondas y no podían realizar  ningún movimiento corporal de rutina, como sonreír ante los ataques, tratar de disimular que habían metido la pata, hacerse los locos para evadir la grave responsabilidad de no haber respetado un espacio de todos, un bien común.

La exposición del dúo de mucho dinamismo fue desde el lunes hasta el domingo, de 6 de la mañana a 12 de la noche.  De esa manera el Museo Iquitos se puso en valor y grande y nutrida fue la afluencia de visitantes,  de curiosos, de estudiosos de la tierra, los cuales dejaban sus billetes a manos llenas ante muestra tan viva, tan a tono con los nuevos tiempos donde los museos cambiaban incesantemente.