Desde la remota Ucrania, apareció la protestaría falange de las llamadas Femes para poner las cosas en su  sitio  en la bella ciudad de Iquitos. Nadie sabe cómo esas criaturas se enteraron que en el remoto Perú había una ciudad donde la gente en general se  dejaba meter el dedo, la mano, el brazo por algunos avivatos que se daban de conocedores,  de intelectuales que  metían la pata a la hora de la verdad. Lo cierto es que esas damas aparecieron entre prendas breves, dispuestas a mostrar los pechos y las espaldas. El que menos pensó que se trataba de unas bonitas bailarinas que habían llegado a celebrar la fiesta de San Juan.

Pero la cosa nada tenía  que ver con el vacilón y el cubilete. Las esbeltas, bellas y combativas ucranianas estaban protestando contra ese museo que fue hecho a la zancadilla, entre gallinas y polluelos y medianoche, como un ejercicio de alguna vanidad nada oculta. Ni el señor Repetto ni el señor Bendayán,  ni el otro y ni los otros, consultaron con nadie, ni con la tía de la baraja, como si ese museo se tratara  de sus asuntos privados, de sus chacras campestres, de sus playas de estacionamiento.  La doctrina colonial no cesa en este país de pirañas.  En medio de sus gritos, sus letreros y sus agresividades corporales, las guapas forasteras lamentaban que toda una comunidad se dejara intimidar por el mediatismo, las poses, los títulos, las apariencias, antes que por la calidad de las propuestas. Ninguna imagen crea la obra de arte, decían con convicción.

La más bella de todas las ucranianas era la más enconada. Ella fustigaba a los iquitenses que no eran capaces de vigilar los lugares públicos, los sitios que de todas maneras iban a ser visitados por niños y niñas. ¿Les importaba en verdad que  sus hijos e hijas conocieran qué barco arribó primero a Iquitos  para fundar oficialmente la urbe porteña o portuaria? ¿Les interesaba saber que una mentita es peor que una media verdad y que nadie debe jugar con las cifras, los datos?  ¿En qué parte del mundo cualquier persona hace cualquier cosa y cobra a dos manos? La trifulca no terminó allí, pues mientras tantos pretendían olvidar el asunto y disfrutar de  jueves a domingo, como siempre, las bellas Femes tomaron el Museo Iquitos y pidieron las cabezas de Repetto y Bendayán.