En cualquier meandro desconocido del  bosque selvático, en algún  tramo escarpado, entre unos posibles seres no contactados o no relacionados con nadie,  ni con sus suegras, tiene que estar ahora el señor Zevallos, el ciudadano que se opuso a cualquier museo para Iquitos. Se opuso sin mayores inconvenientes, mostrando una convicción digna de mejor causa. Se opuso y nadie dijo nada como suele ser corriente  entre los iquitenses que parecen sufrir un anémica anomia, dolencia que consiste en llevar todo al infértil terreno del vacilón. Ha desaparecido y sus partidarios le esperan para que siga dirigiendo los destinos superiores del partido que fundó tan bien salió del museo iquiteño.

El mismo se llama Partido Nacional Antimuseísta de de Loreto Libre de Libros, su símbolo es una calabaza estilizada. Es su lema los Burros al poder y tiene a la fecha millones de adherentes. Su alianzas con el partido del señor Acuña, el que se jacta de no leer libros, es bastante provechosa en un país que al año lee un cuarto de libro, como si se tratara de un pollo a la brasa. Según nuestras fuentes confiables, seguras, independientes, el error del señor Zevallos fue pretender  repetir el viaje invertido de Orellana punto por punto como si se tratara de una reconstrucción milimétrica, de una memoria exigente y detallista. Para lo cual tuvo que construir un barco apelando a tecnología primitiva como cortar árboles y sacar tablas labrando con alfanjes y hachas, fabricar otras herramientas con hebillas de cinturones y comer cualquier cosa que hubiera en el bosque circundante.

Es lamentable que nunca pudo navegar en ese barco precario,  pues cada vez que le arrojaba al río Napo,  se deshacía en millones de pedazos. Unas 20 veces fracasó en el momento del estreno hasta que se cansó y se echó a caminar, buscando la canela. El señor Zevallos no pudo arribar al Cuzco debido al hambre letal que le obligó  a asaltar las cocinas o las mesas o las fiestas patronales en un intento por saquear gastronomías boscosas. Era natural que las gentes le declararan la guerra y le persiguieron a  través del bosque y las aguas. ¿Dónde estará el señor Zevallos ahora que el museo ha sido tomado por unas contestarías extranjeras?