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Cuesta creer que el electorado haya caído redondito en la propuesta de Donald Trump durante la campaña. Tal vez se haya tratado del hartazgo que causa más de 15 años de poder de los demócratas y hasta ciertas diferencias sobre apoyar a una dama para que gobierne el primer país del mundo y hasta ese lado conservador cristiano luterano que sentía que mucha cuerda se le daba a los derechos de las minorías. (hispanos, gays, negros) Como fuese, el jurado de mises Trump ahora es el mandatario con mayor poder en el mundo. El que es capaz de recrudecer las diferencias en política internacional que se habían ido disminuyendo en estos últimos dos periodos de Barack Obama y que ahora parece volver a fojas cero.

Sobre todo en lo que concierne al espíritu antiimperialista que ha enarbolado Latinoamérica y en donde el Perú ha forjado todo un discurso que ha sostenido políticamente a la izquierda y sectores progresistas. Mirándolo desde esa óptica, hay cierto combustible que la elección de Donald Trump le ha dado a la izquierda o la nueva oleada juvenil que ya parecía agotarse por no contar con monstros a quien enfrentarse. Obama era tan buena gente que el discurso de la potencia mundial amenazando todo, cómo que se había acabado; con Trump, así no cumpla necesariamente todo ese discurso nacionalista que prometió, será una excusa impensada y un motivo para formar rebeldes. Porque, valgan verdades, ese discurso nacionalista que enarboló Trump, muy difícil que pueda efectivizarse.

Qué se parezca a un Chávez norteamericano, tal vez es la definición más próxima que se tiene de él. Como hacía el chavismo, discursaba en contra del imperialismo y le vendía combustible sin chistar a los americanos por otro. Igual Trump, además por la institucionalidad de los poderes visibles e invisibles estará, sino amarrado, al menos domesticado.

Algo así como Humala en Perú, sólo que éste gringo tiene mucho dinero. Eso no quita que tenga un discurso demagógico, sino chistoso y a veces vergonzoso para un país donde supuestamente fluye lo mejor de la democracia. Si pues, en todos lados se cuecen habas y además el promedio norteamericano no sabe dónde se ubica Afganistan y sólo se acerca a Latinoamérica por el Caribe y sus ruinas históricas.

A ese sector blanco poco o nada le va importar que un presidente payasee sobre temas que no necesariamente le afecten. Los que lo van a sufrir son los mexicanos y los que veremos cómo se deteriorará la figura política de mayor respeto o temeridad en el mundo: el presidente de los EE.UU.

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