ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel

”Papi, sólo hubiera quedado uno a cero, dí”
Carlos Maurilio

Todos lo sabemos: el fútbol se mide por resultados. Porque de ello depende el estado emocional del público. Sucede en San Lorenzo en el Alto Marañón como en Madrid (lean el artículo de Miguel Donayre en esta misma edición). Si ganas eres héroe. Si pierdes eres villano. Si hay mala campaña la pita siempre se romperá por el lado más débil o, mejor dicho, por donde nos han hecho creer que es el más débil. Si pierdes con score ajustado echarle la culpa al árbitro será una buena receta. Si pierdes partidos consecutivos echarle la culpa al entrenador será la mejor fórmula, aunque no asegura un futuro diferente. Porque a nadie le gusta perder y nadie asumirá la culpa. El fútbol es así. Y los personajes más desinformados (decirles ignorantes o imbéciles es una categoría muy elevada, palabra) se ponen a pontificar y se parecen al Neardenthal que todos llevamos dentro. Pero de ellos que se preocupen ellos mismos.


Las estadísticas no favorecen al equipo albo y, manda las leyes no escritas del sistema futbolístico mundial, cuando esto sucede el que tiene que irse es el entrenador. De 27 puntos disputados sólo logramos 7. Fríamente, estamos en rojo. Aquí no importa que hayamos empatado en Arequipa contra Melgar (después Melgar goleó 4 a 2 a Alianza Lima en una volteada humillante que los grones no quieren recordar). No vale que en el último minuto hayamos desperdiciado por lo menos un empate ante León de Huánuco en un partido que ganábamos desde los seis minutos del primer tiempo. Tampoco cuenta que en Iquitos como local perdimos contra los mejores equipos de este torneo. César Vallejo va segundo en la tabla. Universitario va quinto con un partido menos. Alianza va cuarto con un partido menos. ¿Entonces? Hemos perdido con los que era previsible que perdamos por más que digan que en el fútbol no existe lógica. Pues esa falta de lógica está en los propios resultados. ¿Cómo se entiende que CNI haya empatado en Arequipa frente a Melgar, que los mistianos hayan goleado a los grones y que los victorianos nos hayan propinado la peor goleada que haya recibido en toda la historia el equipo de mis amores en el Max? Díganme, cabrones, díganme. Porque, si no lo saben, hemos perdido contra Universidad San Martín en Lima y ese equipo de más de 200 mil dólares de planilla mensual anda primero en la tabla. Claro, nadie se acordará que hemos ganado de igual a igual a Sport Boys a punta de coraje. Pocos destacarán que hemos goleado a Alianza Atlético que tenía un técnico que debería ser declarado “entrenador no grato para CNI” por su comportamiento y porque el apellido que tiene está íntimamente ligado a aquellos que odian al equipo albo. Sí, odian al equipo albo. Les explico con algo de política este asunto.

El presidente de CNI, Iván Vásquez Valera, ha sido el único capaz de devolver el fútbol profesional a este pueblo. Después de diecisiete intentos, alguno de ellos liderado por él mismo. Ya nadie se acuerda de los que hicieron posible el descenso, porque para la gloria o el fracaso los pobladores siempre son olvidadizos. Los dirigentes y jugadores de 1992 seguro que hicieron todo lo posible para que el equipo no baje. Pero bajó. Y aquí se premia el resultado, no el mayor esfuerzo. Y el presidente de CNI es también presidente del Gobierno Regional de Loreto. Es evidente que el fútbol se mezcla con la política y los políticos necesitan del fútbol para mantenerse en vigencia. Por eso comprendo a Iván cuando la mañana del lunes dijo en radio Astoria que cuando el equipo está mal todos le endilgan responsabilidad al presidente (o sea, o sea, él pues) y cuando el equipo gana y obtiene buenos resultados todos buscan héroes fuera de la dirigencia. Y no puede ser de otra forma. ¿Saben por qué? Sencillo. Yo he visto aficionados afligidos porque no saben cómo combinar su amor a CNI con su odio a Iván. Su amor a Iván y su fanatismo hacia equipos capitalinos. Su odio a CNI y su amor a Fuerza Loretana. Su amor a CNI con su odio a Fuerza Loretana. Su amor a CNI y su envidia a Iván. A todos ellos los he visto y los tengo registrados en mi mente. Hay de los que hasta ruegan por una entradita, hermanito, para ver a CNI porque les gusta el fútbol pero darían todo lo que su egoísmo les permite para que el fracaso del equipo albo se traslade en votos al líder de Fuerza Loretana. He visto con mis propios oídos (que valga la licencia, si se quiere poética) a personajillos que antes leían los dictados de los opositores políticos que Iván tiene a montones y hoy darían todo lo que la miseria que llevan dentro les permite porque “el presi” escuche las alabanzas desmedidas que lanzan a su favor, dizqué. Prefiero, siempre, a los enemigos declarados que a los amigos agazapados. Siempre. Los primeros, siendo peligrosos, son más respetables que los segundos, porque éstos tarde o temprano te clavarán el puñal en la espalda así no estés con el santo de espalda. Y el pelachito no sólo los conoce sino que los tiene cerca porque, vaya, vaya, la política también es un deporte. Porque Iván desde que se estrenó en la escena política allá por 1990 se dio cuenta que los partidos no sólo se gana en la cancha sino muchas veces en los pasillos porque en ese debut le robaron el triunfo como muchos hoy nos quieren robar la ilusión del fútbol profesional. Esos no saben que los verdaderos hinchas de CNI estaremos con el equipo en las buenas y en las maduras. No seremos de aquellos, por ejemplo, que gritan los goles de Alianza Lima y vociferan improperios contra el entrenador de CNI y van al estadio con infantes que en sus hogares beben de la mediocridad y el odio que alguien les inocula. Al escuchar a esos infantes y ver el rostro de los adultos que estaban a su alrededor hice suyas las palabras de Maggy Hirsh en el mismo estadio: “cómo pueden incentivar a sus hijos para que alienten al Alianza, dónde está el cariño a su terruño”. Y es que esos padres –totalmente identificados por Maggy, por Iván y por todos- son los “golondrinas” que nunca faltan y son necesarios porque el excremento que expulsan sirve para abonar el cariño indestructible que profesamos al CNI. Esos jamás harán con sus hijos lo que Iván contó que hizo con los suyos luego de lograr la hazaña de devolver el fútbol profesional a este pueblo como “Chalaca” devolvió la alegría. Sí, eso devolvió “Chalaca”.

”Chalaca”, “chalaca”, cuántas barbaridades se han dicho en tu nombre. En verdad, tu presencia en Iquitos da para varias carillas. Miles. Sin exageración. La primera frase que dijiste cuando llegaste a esta tierra del Dios del (des)amor: “no vengo a vender humo a la gente de Iquitos”. Frase célebre, señor. Porque estábamos en un momento difícil, crítico. Cerca de diez partidos perdidos y con el fantasma de la baja besándonos la nuca. Primer partido dirigido y volvió la victoria. Devolviste la alegría al pueblo de Iquitos y eso se agradece. Claro, lo hacen los decentes, no los malagradecidos. Devolviste la alegría y te la jugaste por el equipo. Ese equipo donde Iván era una perfecta pareja del juego en pared. Ese año, el 2009, cumpliste tu promesa: nos salvaste del descenso. Tanto así que fuimos a Chiclayo a pasear. Ahh, me olvidaba, también te diste tiempo para que debutara el juvenil loretano Noronha. Antes de finalizar el campeonato ya estábamos salvados. Pero no terminábamos de celebrar esa hazaña cuando a todos nos sorprendió la renuncia del presidente. Y sólo “Chalaca” con sus pupilos saben la incertidumbre que se vivía los días previos al último partido con Juan Aurich. Y ni qué se diga de los días posteriores a Chiclayo. Incertidumbre total. Desesperante. Tanto así que cansado de tanta jeta y baba Iván Vásquez Valera desde su despacho hospitalario tuvo que retomar las riendas del equipo y escabullirse para retirar a tanto mediocre que ya se creía dueño del equipo y se daba licencia para hablar con jugadores, con técnicos, con empleados con una carencia: no tenían ni un peso dónde caerse. Todos sabemos que el sol no sale para todos pero esos días aciagos comprobamos que la luna, por más llena que se encuentre, no siempre sirve para alumbrar a los que se creen iluminados. Todos los que sabemos algo de la historia de CNI de los últimos 27 meses sabemos quiénes son y dónde están. Pero, ¿sabe, profe?, los resultados no le acompañaron en esta campaña pero con sus errores y aciertos de lejos es el mejor entrenador que ha pasado por estas tierras en las últimas dos décadas. Y esa misma condición la tiene Iván Vásquez Valera, les guste o no a quienes se cuentan como sus opositores. Las estadísticas no le favorecieron. Y eso es lo que cuenta. Estoy enterado que ya no es más el entrenador del equipo. Gracias por ser uno de los soldados en la salvación del año pasado. Y no sigo porque debo ir a recoger a mi hijo del colegio y no sé cómo decirle que usted ya no es más entrenador y, lo que es peor, no sé qué me contestará cuando le diga que “Chalaca” dejó de ser entrenador del equipo. Porque esta mañana ni bien se despertó me dijo la frase que está al inicio de este artículo y que seguramente le acompañó durante la noche.

P.D. ¿Sabes, Maurilio?, “Chalaca” ha renunciado a ser entrenador de CNI le digo a mi hijo apenas le veo en el colegio e inmediatamente agacha la cabeza y se dispone a llorar. Añado que puede ser que vuelva pronto para asumir otra responsabilidad. Acudo a esa mentirita para que Maurilio no derrame lágrimas como lo hacía su padre cuando perdía los partidos del torneo “Pelota de Trapo” porque quienes tenemos el fútbol como pasión no le corremos al llanto y esa pasión nunca la combinaremos con traición y hoy como ayer y como siempre seguiremos gritando “Sí, sí, sí, arriba CNI” y tarareando el himno del glorioso acompañado de los magistrales acordes del maestro Orlando Cetraro.