En la hora feroz

En el mundo moderno no tenemos cabida desde hace tiempo. Primeros en lo peor, en consumo de cerveza, en fomentar pachangas, en embarazos adolescentes, en juego de barajas públicas y en otras lacras donde estalla la decadencia y la ruina, nos vamos para el fondo de una tabla particular donde se tendrá que inventar algo peor que el último lugar. No era broma lo que entonces escribimos para graficar la desidia o la pereza o el olvido interesado. Pero lo peor de todo es que seguimos en la cola en el rubro de comprensión de lectura. Lo acaban de decir las cifras  oficiales. Y no es una sorpresa.

Porque nada se ha hecho para detener, por ejemplo, la perniciosa influencia de los libros malos, de las obras mediocres,  que envenenan diariamente, mensualmente, anualmente a los alumnos y alumnas. La mayoría de profesores de literatura, por su parte, tampoco hicieron nada para salir de la indigencia que considera cualquier cosa escrita como material educativo. De igual manera, desde las esferas oficiales, tampoco se movió un dedo para salir de ese destino de alcantarilla intelectual.  ¿Cómo entonces íbamos a cambiar de ubicación en esa tabla que es el verdadero ingreso a la modernidad?

En esta hora feroz para las nuevas generaciones, que no tienen futuro si siguen sin entender lo que leen, porque el conocimiento entra a través del texto,  se impone un cambio radical. Es necesario que todos y todas pongamos el hombro  en la tarea de hacer que los seres de hoy se incorporen a la nueva realidad que recorre el mundo en que vivimos. Cualquier cosa que se haga en beneficio de los estudiantes será poco. Aunque parezca mentira, la gran esperanza está en los colectivos sociales para iniciar esa cruzada que nos podría sacar del abismo. En esta hora feroz para nuestra sociedad sin porvenir, no caben ya disculpas o renuncias.