200 Cerbatanas.

El mensaje presidencial fue más de lo mismo. Aunque no fue confrontacional, como muchos esperaban que cometiera este error el presidente, tampoco fue entusiasta para la población que esperaba un cambio de discurso al menos en el último año del gobierno nacionalista. Un anunció como el aumento al salario mínimo o continuar con la reforma en educación y el sector público que luego pudiera sostener políticamente, pero ya sabemos que una bancada diezmada y muy debilitada no es garantía para nadie.

Seguramente ese no fue el criterio que decidió el último discurso. Primó lo enviado por los ministerios sobresalientes entre el resto para dar cuenta de una retahíla de evidencias que esgrimió con nombre propio de los Programas Sociales. Esos ministros malcriados que le alcanzaban los números que podía enunciar, se sacaban sus últimos selfies en palacio de Gobierno mientras un preocupado Ollanta Humala olvidaba los protocolos dirigiéndose a una portátil numerosa que lo acompañó.

Ese también será el último selfie de Humala. Al menos con la parafernalia y la atención mediática que caracteriza este tipo de ceremonias. Lo que venga de ahora en adelante serán sólo evidencias de los errores que serán dimensionados generando la impresión que todo lo hecho es malo. No fue un gobierno reformador ni nada que se le parezca, pero no fue el demonio que quieren presentar. Qué pudo haber hecho muchísimo más, claro que sí, pero cuidó mucho las formas de un sistema que lo adoctrinó y lo domesticó.

De hecho es evidente que la presentación de algunos avances en inclusión social será la fotografía que quiere el gobierno se instale en las consciencias de los electores. Por eso el ataque y la desacreditación de estas cifras. Tal vez una intensa campaña mostrando hechos concretos de los programas sociales pueda rescatar al gobierno de un adiós lastimero, de un ocaso político.

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