Estos días de visita a la biblioteca es un oasis que disfruto cada minuto, más cuando encuentras datos e informaciones que fueron soslayadas por anteriores investigadores, y sonríes en silencio por el hallazgo, más cuando tienes que reconstruir o reelaborar el contexto en el cual se movían personas e instituciones de la época. La imaginación vuela. Es un trabajo de hormiga que disfruto como un enano entre folios que huelen a tiempo y que me hacen viajar imaginariamente a esos años. Hasta el color seduce. Casi es un trabajo arqueológico. De desentrañamiento. Me regocijo en cada huella desempolvada, en cada marca en el suelo o en los grafitis de las paredes; hay que estar concentrados como los tenistas ante un servicio difícil ya que cualquier pestañeo te cuesta caro, muy caro. Una situación parecida me pasó con el encuentro del espectro de Juan Aymena (quien fue exhumado por Percy Vílchez), emergió como una ola gigante y luego se transformó en la historia de “El búho de Queen Gardens Street”. Así en estas visitas a estos santos lugares de los libros y aprovechando las horas muertas me he puesto a ojear un libro con fotografías de la transición española, proceso que ha sido visitado por propios y extraños con diferentes resultados (el libro estaba dentro de una canasta de la casa, son esos libros que uno adquiere y lo deja con la certeza que volverás a él, es un doloso abandono temporal). Una transición política difícil, cuarenta años de régimen autoritario como el franquismo no es nada fácil, más sí casi todo estaba atado y muy atado. Pero sumergirme en esas imágenes era como estar en una máquina del tiempo y retroceder y estar aquí al mismo tiempo. Los trajes de protagonistas y figurantes le dan un sabor a esa época, los rostros adustos y pocas sonrisas. Cada escena es mirar atrás y adelante. Recuperar la libertad no es fácil (luego de una gris dictadura) es un largo aprendizaje y que todavía seguimos recibiendo lecciones.

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