Los viajes y desbarajustes de las maletas los tengo asumidos desde muy temprana edad, te sacan de la zona de confort. Los viajes son parte de la huella familiar. Eso nos ha hecho atracar en varios puertos y destinos. Unos más acogedores que otros. Te hacen desarrollar cierta empatía con las personas que te rodean, encontrar la clave o el encaje justo. Es una cartografía de viajes que viene desde muy lejos. A lo largo de estas largas marchas quien nos alentaba sobre la floresta y sus ideas utópicas era mi padre. Es un enamorado ferviente del bosque y sus ríos. Recuerdo que una vez para mi cumpleaños, cumpliría los cincuenta, viajé de Madrid a Lima por una actividad laboral y de paso iba a coincidir con el cumple, y él, que entre ceja y ceja quería volver a su tierra, lió bártulos junto con mi madre y me abandonaron días antes del onomástico, primero era su tierra era el mensaje implícito que me dejaba. Así es él. Lo tenemos internalizado. Pero al margen de esta anécdota que lo pinta de cuerpo entero, él alimentaba esa devoción con el bosque, así él nos (a mis hermanos y yo) proveía de ese sentido de pertenencia a pesar que estábamos alejados del bosque. Sus utopías que muchas veces no coincidimos porque me parecen quimeras, sin embargo, la discutimos fervientemente. Así él desde la lontananza alimentaba ese sentido de pertenencia, de ser amazónico o amazónica. De tener un pensamiento descentrado, marginal pero no marginado. Quizás inconscientemente nos alimentó esa cercanía al bosque, a sus gentes, a criticar la torpeza de sus autoridades, a  combatir la indolencia. Por eso siempre he pensado que el lugar de nacimiento es un accidente, todo depende que desarrollemos ese sentido de pertenencia. Uno puede haber nacido en el centro de la selva y no despertar ese sentido de pertenencia con el bosque, con sus poblaciones, con nada. Esa sensibilidad se adquiere. Se desarrolla. Revisando mi CV de viajes observo que he pasado más tiempo fuera de la floresta que dentro de ella, aunque soy consciente que soy amazónico, es más, escribo sobre la Amazonía, y eso se lo debo a mi padre, a la familia, a los patas. Me parece que la cualidad de ser amazónico nos hace desarrollar una aproximación descentrada (y porque no, torcida) de un país asfixiantemente centralista y con poca memoria.

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