En Belén, en la cuadra 13 de la calle Próspero queda pues una prueba del más que deficiente servicio de recojo de desperdicios. En todas partes abundan esos promontorios que nunca de los nuncas son limpiados.

En Belén, en la cuadra 13 de la calle Próspero, hay hasta ahora un promontorio de basura renovada. De apariencia eterna nunca los encargados de la limpieza pueden erradicarlo como si fuera algo inmutable. Eterno permanece incólume a través de los años, de los meses, de los días. Nadie tiene la capacidad de borrarlo del mapa como si se tratara de una reliquia histórica, de un aporte legendario. Pasan los camiones recogedores, los de la baja policía se esmeran en limpiar ese lugar y todo queda limpio por unos instantes, pero luego vuelve la basura como una maldición como si no existiera otro lugar para depositar los desperdicios.

El distrito de Belén, como Iquitos, Punchana y San Juan tiene su basurero imbatible, su cerro bien puesto y mejor parado. No hay caso, los limpiadores pueden hacer lo que quieran, pero esos promontorios permanecen allí, invictos, tenaces. Se ha intentado realizar labores de limpieza de esos promontorios, pero no se ha logrado nada. Lo que quiere decir es que los ciudadanos de ambos sexos tienen que resignarse a vivir con esos promontorios que revelan la deficiencia del recojo de los desperdicios. En Belén, en la cuadra 13 de la calle Próspero queda pues una prueba del más que deficiente servicio de recojo de desperdicios. En todas partes abundan esos promontorios que nunca de los nuncas son limpiados. Allí permanecen sólidos, inmutables, eternos como una maldición para los habitantes que viven a los alrededores de esos cerros de basura.

Sería conveniente que ellos y ellos tomen las cartas en el asunto y se decidan a limpiar esas acumulaciones feas y dudosas. Solo así se podrá prescindir de esas montones que desde hace un buen tiempo dan un mal aspecto a la ciudad. Caso contrario la ciudad seguirá siendo la misma urbe sucia de siempre.