El sombrero de alas anchas, de estilo charro, prestado o comprado, es la urna electoral moderna, que decidirá en breve las elecciones de las nuevas autoridades que regirán nuestros destinos durante 48 horas. Es decir, exactamente 2 días cabales, fuera de rojos en el calendario, feriados largos, descansos, permisos, tardanzas y vaguerías. La nueva forma efímera de gobierno, que nada tiene que ver con los tantos años de antes, está dando espléndidos resultados, pues los elegidos andan con las horas contadas y no tienen tiempo ni ocasión para meter las garras y se marchan del poder con las manos limpias y libres de polvo y paja. Es por ello que entre la ciudadanía existe una corriente de opinión que pide disminuya el tiempo de gestión, que por lo menos sea una hora clavada.

El dichoso sombrero, ubicado en un lugar público, contendrá las papeletas con los nombres de los candidatos a todos los cargos habidos y por haber. Luego una señorita, escoltada por el cuy de la suerte, meterá la mano en la prenda de cabeza y elegirá uno por uno a aquellos afortunados que velarán por los intereses de la nación de los iqueños o iquitenses. Después se procederá a juramentar a los ganadores y en el acto comenzarán con sus funciones de mando y de poder sin dudas, murmuraciones o quejas. El tiempo volará como siempre y ya se prepararán las nuevas elecciones o sorteo público para que la nueva clase política no se duerma en sus laureles.

El poder del sombrero, pues, decide en el presente nuestras vidas y, pese a que algunos se quejan de fraude en el momento del sorteo, todavía no se descubre un sistema mejor para elegir a las personas que tienen el deber de gobernarnos sin renunciar a sus viejos y nuevos ideales de paz, justicia e inclusión social.