Por Andrea Todde
Escritora y escolar

 Si has estado en clase de literatura o español, seguramente te has visto en una situación en la que tu profesor te manda a leer un libro. El género varía con cada clase, pero casi siempre te mandan a leer alguno de los clásicos de tu país, lo cual aburre a la mayoría de alumnos.

 No me malentiendan: no tengo nada en contra de los clásicos peruanos o de cualquier país, ya que forman parte de la cultura de ese lugar, y al leerlos puedes aprender más sobre la época en la que se basan, o el tipo de personas que había en ese entonces. A lo que es que cuando eres un adolescente a quien n no le importa mucho hacerse culto (como son la mayoría de jóvenes), que te obliguen a leer un libro de quinientas páginas acerca de una época que no te importa y escrito por alguien que murió hace años puede ser visto como un castigo, y no debería ser así.

Poder leer es un privilegio y algo de lo que se tiene que tomar provecho, no a lo que deberíamos suspirar con exasperación cuando nos hacen hacerlo. Por eso, tengo una proposición para los profesores que planean mandarles un «plan lector» a sus alumnos este nuevo semestre: pónganse en sus zapatos.

Todos han sido jóvenes algunas veces, ¿no? (quizás hace medio siglo o más, pero mi punto sigue en pie). Pónganse a pensar que les gustaría leer a ustedes a esa edad. Quizás se digan a si mismos que querrían leer El Quijote, pero todos sabemos que solo un pequeño puñado de adolescentes quería leer eso a esa edad. No se engañen: los jóvenes aman los libros que los atrapan y con los que se pueden identificar, por lo menos en mi experiencia.

Por eso es que libro como Harry Potter y Bajo la misma estrella son tan populares: son sobre gente de su edad, y muchas veces tienen problemas e inseguridades que todos tenemos al crecer. Es más fácil que te enganche un libro si puedes ponerte en los pies de los personajes y entender por lo que están pasando.

 Los lectores experimentados pueden leer lo que sea y estar contentos, pero en estos últimos años el porcentaje de ellos que son adolescentes ha ido bajando. Por eso, me gustaría que los profesores les den a sus alumnos una escalera metafórica al mundo de los libros, la cual puede ser una novela juvenil. Si les das una escalera toda vieja y con escalones que no entienden o les parecen muy complicados, es obvio que no querrán subir por ella, pero si les das una que se ve no complicada pero interesante y divertida, quizás le den un intento.