El museo de la inocencia 

Por Miguel DONAYRE PINEDO

En esta primavera madrileña un poco seca, hay escasas lluvias y los pantanos andan por debajo de su nivel, eché el diente a la novela, El Museo de la Inocencia, de Orham Pamuk, Orham Bey. Con sus memorias y novelas he redescubierto Estambul y sobre todo la presencia omnipresente del Bósforo – este nombre tiene resonancias poéticas, imagino el color de sus aguas y el tráfico marítimo,la Torre de Galata. La novela devela una historia obstinada de amor, pero no esas historias cursis y cucufatas. No, es la obsesión del amor y a través de él se hace una crítica ácida a las clases adineradas estambulíes [que siempre miran para fuera y no hacia dentro ¿se parecen a las peruanas?] Un pata a punto de casarse conoce o redescubre a una joven y bella muchacha de la cual queda prendado hasta su muerte. No logra quitarle de su mente y rompe su compromiso. Desde el primer y ardiente encuentro de estos jóvenes siempre queda una prenda u objeto en manos del amante. Él desde entonces empieza a coleccionarlos en la guarida donde se celebraban esos encuentros, él poco a poco, va formando con las piezas una colección y un Museo, que le denomina el Museo dela Inocencia. En los momentos tristes él acude a esos objetos para olerlos, tocarlos y sube el ánimo [me recuerda a la conducta del amante de los libros que acuden a ellos y remojan los recuerdos de sus lecturas]. El amante es sometido a duros sacrificios. Su amada se casa con otra persona y él lo acepta con resignación pero el fuego o los rescoldos es lo que le mantiene vivo y fiel, nunca desmaya. Cuando la guapa Fusum logra separarse y en un viaje de novios, del paciente amante y la bella joven, ella muere en un accidente de tráfico. Y desde entonces el decide visitar museos, casi dos mil museos, y decide hacer uno y le llama de la inocencia porqué inocente era ese amor. Y para quien lo visité no se pierda en mirar objetos fetiches, él encarga la novela. La prosa de Pamuk encandila, no deja ningún cabo suelto.