ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel

Pocos minutos antes de dirigirnos al estadio Nacional para ver la disputa del título de la Copa Inca ajetreado por la curiosidad de ver a mi hijo que espera con tanta ansiedad ese partido no he podido evitar la pregunta: ¿por qué eres hincha de Alianza Lima, cumpa? Y él lo ha dicho con la ingenuidad de sus años y la convicción de su infancia: Porque me gusta cómo juega y porque los tíos Said, Troy y Bill me han dicho que es el mejor equipo del Perú? Un motivo más para considerarme amigo de los Jarama, especialmente de Said, a quien le debo en parte que Carlos Maurilio tenga un equipo en quien creer.

La mayoría de los amigos futboleros y no que me ha mandado la vida cree que soy hincha de Sporting Cristal. Y cuando les digo que el único equipo que me pone de buen o mal humor sus derrotas y victorias es Colegio Nacional de Iquitos. Desde que tengo uso de razón el único equipo que despierta mis sentimientos encontrados según sus resultados es CNI. El equipo albo. Cuando niño me colocaba muy cerca al receptor para escuchar las narraciones del popular Shicshi cuando CNI jugaba de visita en cualquier parte del Perú. Seguro que esa suposición que tienen los amigos sobre mi favoritismo hacia Cristal es porque cuando el equipo celeste logró el subcampeonato en la Copa Libertadores no me cansaba de repetir lo valioso que era el logro en un país donde la mayoría cree que el fútbol se divide entre aliancistas y merengues. Pero nada más que eso.

Cuando CNI volvió al fútbol profesional quien me acompañaba al estadio era Carlos Maurilio, hijo que hicimos en complicidad con Mónica Marina. Y mi deseo era que el vástago sintiera por el equipo albo lo que yo sentía desde que mi padre me llevaba al Max Augustín a alentar a esa oncena donde brillaban figuras como Juan Del Aguila, Henry Perales, Nehemías Mera, Roberto Céspedes como loretanos y, entre los foráneos, Otorino Sartor, Pedro Cajo, Giordano, Bernabé Navarro y tantos otros. Pero era un deseo que se chocaba con los resultados. Porque a diferencia de mi época infantil donde CNI era invulnerable de local, la oncena que reingresó al fútbol profesional era derrotado por cualquier visitante. Y, ya se sabe, que nadie debe hacerse hincha de equipos que tienen como constante la derrota. Los triunfos son los que alimentan a la hinchada. Pero más allá de mi deseo siempre creí que Carlos Maurilio tenía la total libertad para escoger su equipo. Tanto así que en cada uno de los viajes le sorprendía con polos de la U, Alianza, Cristal, CNI, Boys y más. Por ahí entre sus archivos fotográficos tiene una postal con el polo de los merengues, que hoy al verlo no le hace mucha gracia.

Como cuestiones laborales y sentimentales me han llevado a radicar en Lima he visto con sorpresa que Carlos Maurilio ha colgado en la cabecera de su cama tres polos de distintos años de Alianza Lima. Y no estoy para contradecirle. Tanto así que le sigo la cuerda y hace un par de semanas fuimos juntos al coloso de Matute para alentar –él más que este articulista- a los grones. Y ganaron al rival. Pocos minutos antes de dirigirnos al estadio Nacional para ver la disputa del título de la Copa Inca ajetreado por la curiosidad de ver a mi hijo que espera con tanta ansiedad ese partido no he podido evitar la pregunta: ¿por qué eres hincha de Alianza Lima, cumpa? Y él lo ha dicho con la ingenuidad de sus años y la convicción de su infancia: Porque me gusta cómo juega y porque los tíos Said, Troy y Bill me han dicho que es el mejor equipo del Perú? Un motivo más para considerarme amigo de los Jarama, especialmente de Said, a quien le debo en parte que Carlos Maurilio tenga un equipo en quien creer.