El mal paso de siempre  

La perniciosa costumbre de inaugurar las cosas antes de tiempo o a destiempo es una herencia abundante en estos predios bosquesinos. Los barcos de Ramón Castilla nunca arribaron el 5 de enero de 1864, pero hoy todo el mundo celebra  esa fecha vacía de naves, huérfana de navegantes. Las primeras tuberías  de agua potable quedaron inutilizadas en un entierro inútil para siempre después  del discurso y del brindis.  Cuando hace tiempo se inauguró el colosal cine teatro Alhambra, esforzados carpinteros seguían realizando sus rudos trabajos. Los sucesivos martillazos interrumpían  el estreno, incomodaban a los afortunados aficionados del séptimo arte.   La costumbre mencionada sigue por acá, como una pesada herencia.

Oficialmente, es decir, desde Lima,  se decidió que las clases escolares de este año comenzaran el primero de marzo. Es decir, hoy.  No mañana, ni dentro de una semana. Pero estamos en estos predios, y las clases escolares no se iniciaran en la fecha impuesta. No por la creciente, el frio o la lluvia. Los colegios emblemáticos, por ejemplo, todavía no se terminan. Empeñosos  albañiles laboran contra el reloj, pero no pueden hacer milagros. Hay que esperar para que las clases se inicien en esos lugares.  No hablamos sobre las clases en el medio rural, en las fronteras perdidas. Hablamos de este Iquitos iletrado. Como si las cosas empeoraran.

Las clases escolares, como tantas otras veces, no comenzaran en la fecha. Y si comienzan las deficiencias de siempre  seguirán como si nada malo estuviera pasando. En el horizonte no se observa ningún cambio  pese a quien se encuentre en la dirección o en el aula. El mal primer paso educativo acostumbrado nos lleva de todas maneras al fracaso en la divina tarea educativa.  Como para no creerlo.