El día que cortaron el servicio de agua potable en las instalaciones de Seda-Loreto, los altos directivos pensaron que se trataba de algo pasajero, circunstancial. No había ninguna razón aparente para que se fuera el agua de la empresa que hacía el pésimo servicio a los demás, a los otros. Esperaban, con inocultable optimismo,  que pronto iba a volver  el agua de siempre, el agua de todos los días.

Pero el corte del líquido elemento era profundo y estructural. Surgía de los viejos descuidos, de las  tuberías vetustas, de la falta de mantenimiento, de la crisis permanente de una empresa que vivía agonizando. Los operarios, con sus herramientas de rigor, no pudieron hacer nada para que retornara el agua. No había ni una gota en los grifos, ni para muestra. De manera que no se podía hacer esa declaración de impotencia que era el fastidioso racionamiento. Y no pusieron el aviso en el periódico sobre el corte allí mismo.

La sequía fue extremada y definitiva. El servicio de agua para la empresa Seda-Loreto se convirtió en un infierno. Después de comprar agua tratada, de construir un tanque elevado dentro de las instalaciones de la empresa, tuvieron que cavar un pozo artesiano. Pero el agua seguía faltando. Era increíble lo que sucedía, pues el agua parecía haberse enemistado con una empresa que daba un desastroso servicio. Durante meses nadie supo qué hacer para salir de esa situación. Hasta que a alguien se le ocurrió buscar una quebrada cercana. Desde allí, a través de mangueras, consiguieron jalar el agua hasta las instalaciones de la empresa. El hecho fue una verdadera renovación en el servicio acuático.  Ahora Seda-Loreto se dedica a buscar quebradas en los alrededores de Iquitos  para instalar mangueras que lleguen a tiempo a los diferentes domicilios de la ciudad.