El huidizo señor Reátegui

El señor Kenneth Reátegui es futbolista no reconocido ni seleccionable. Todo el santo día y parte de la noche pelotea. En buen castellano, cojudea, sin la de cuero, sin entrenador optimista, sin anhelar Brasil ni mundial alguno. Desde que arribó al minúsculo poder de la entidad investigadora, que nada tiene ver con la policía sino con la ciencia, gambetea a la prensa, escapa de la marcación de cualquier periodista. En forma malcriada, promete conceder una entrevista a tal hora y en tal lugar, y luego sale con que está  en una reunión  familiar o en una seria cita de investigadores del extranjero. No tiene tiempo.  Y nunca está donde dice que va a estar. Así,  con la finta y el arte de driblear,  posterga sus respuestas y trata de pasar piola.

No sería nada extraño que el esquivo  señor Kenneth Reátegui se dedique a viajar día y  noche, y en balsa para no responder las incómodas preguntas. Para dejar que las cosas pasen. Que el tiempo vuelve y que las memorias se pierdan. El aludido señor es un usuario  del peloteo, de la eterna postergación, vieja manía de tantos. En el fondo, el aludido quiere cansar a la prensa, sacar de quicio  a los periodistas  y acabar con las preguntas de una de las reporteras de este diario. Pero todo parece un juego neurótico y desde aquí  le lanzamos la pregunta tan simple como dos más dos.   ¿Es legal o ilegal su elección para dirigir los destinos del Instituto de Investigaciones de la Amazonía del Perú?

Eso es todo. Para responder a eso no se requiere ser un perito en paiches, un experto en primates, un experto en ahumados. Se requiere de la verdad sancionada por la legislación vigente en este país que ocupa el último lugar en investigación universitaria. El huidizo señor Reátegui debería comprender que no está al frente de su cocina o de su chacra. El IIAPP es una de las pocas instituciones que avanzaba firme pese a la crisis de las entidades. Ahora su imagen esta por los suelos.