En aras de seguir candidateando a algo, a cualquier cosa, el ciudadano Olmex Escalante acudió gustoso a la minga auspiciada por moradores de la calle 5 de Julio de Punchana. Provisto de martillo, serrucho y sendos clavos, el aludido participó en la construcción de endebles puentes para conjurar los desmanes de la creciente del 2015. Estaba ya en campaña política, buscando darse a conocer para conquistar luego los codiciados votos, y no vaciló en esforzarse en esa labor comunal. Después, sin dejar sus herramientas, siguió construyendo más puentes en las zonas indudables de la ciudad. En poco tiempo, esforzándose al máximo, hizo más puentes que todas las autoridades juntas de aquel tiempo.

La obstinada pasión por construir puentes le había ganado por entonces. Y  una vez que acabó la creciente no abandonó sus herramientas y construyó su propio puente para cruzar el vasto caño de la calle Ricardo Palma. Luego, gracias a sendas mingas populosas, hizo un puente sobre el río Itaya. Después, con ayuda del gobierno central, construyó otro puente sobre el río Nanay. Tanta pasión por esas obras no se detuvo allí, sino que avanzó hacia      el caro anhelo de levantar un puente que cruzara de orilla a orilla el inmenso Amazonas.

En ese tiempo Olmex Escalante solo vivía para construir sus puentes, y despotricaba de la política tradicional o moderna, recomendaba a los ciudadanos a no votar en las elecciones y se burlaba de todas las autoridades elegidas. En tantos años de empecinada labor puentística había enflaquecido visiblemente, mostraba las marcas de su vida de constructor a la intemperie, comía una vez al día, dormía quince minutos por noche e invirtió sus últimos ahorros para hacer el puente de su vida. Pero por más que se esforzó no logró la hazaña de hacer su puente sobre el torrentoso Amazonas.

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