Por: Moisés Panduro Coral

Los gringos norteamericanos ya venden petróleo. Lo están haciendo desde el primer día de 2015, luego de que levantaran las restricciones a la exportación de este combustible que sus gobiernos se habían impuesto por décadas. Con la tecnología oil shale que, sin mucha bulla, han ido desarrollando y perfeccionando se estima que su producción alcanzará los 12 millones de barriles al día, de los que 1 millón lo destinarán a la exportación, según el informe de las agencias noticiosas. Irán, uno de los grandes del cártel de petróleo, produce solo 1 millón y medio de barriles por día, lo que nos da una idea del poderío petrolífero que el Tío Sam ha adquirido sorpresivamente.

Como es obvio, este nuevo escenario va a traer graves consecuencias en la geopolítica, en la economía mundial y en la estabilidad de algunos gobiernos que han sustentado sus relaciones políticas y su poder interno en el petróleo. Diversos analistas preven shocks sociales y políticos al interior de varias naciones de economía petrolizada de una intensidad directamente proporcional al efecto que producirá el incremento del volumen de exportaciones de petróleo de los Estados Unidos, pues los mayores volúmenes de oferta en el mercado internacional, reducirán o mantendrán estacionarios los precios del barril, luego, los ingresos de esos países se verán aminorados y, por tanto, las posibilidades de sus gobiernos de solventar sus demandas y proyecciones serán menores.

No son los antiguos exportadores del oro negro los únicos afectados por la mengua de ingresos en sus economías. En Perú, específicamente en regiones como Loreto, se han empezado a sentir las primeras complicaciones a partir de la cancelación, cierre o reducción al mínimo de las actividades de exploración y explotación petrolera que las empresas han decidido, medidas que están incrementando la presión social, incidiciendo en la tasa de desempleo y en una contracción del producto bruto interno por la perturbación de otras actividades económicas relacionadas directa o indirectamente al petróleo. También se está sintiendo con crudeza en las arcas de los gobiernos regionales y locales: el desembolso por esta fuente en el primer trimestre de 2015 para el gobierno regional de Loreto ha sido de 20 millones de soles, es decir 160% menos que en el primer trimestre de 2014 que fue de 52 millones, bajón que reduce sustantivamente las posibilidades de financiar proyectos, obras y acciones.

No me gusta anunciar malas noticias, pero todo parece indicar que el periodo del petróleo en la historia de la amazonía peruana (Jesús San Román en “Perfiles Históricos de la Amazonía Peruana) que empezó a fines de 1971 con el descubrimiento del pozo Corrientes X-1 en Trompeteros, ha llegado a su fin. Nos encontramos en un momento similar al que vivimos en 1910 cuando Inglaterra empezó a exportar caucho desde sus plantaciones en sus colonias de Ceilán, Malasia e Indonesia, hecho económico que produjo una caída drástica de los precios, una reducción de las exportaciones desde Loreto, la desaparición paulatina de las empresas gomeras y de las casas comerciales que proveían logística y servicios, y el advenimiento de un periodo de depresión económica en la selva peruana, con sus subsiguientes efectos sociales y políticos.

Aquella vez, los flamantes exportadores de caucho como buenos hijos de la Gran Bretaña se convirtieron en tales luego de robarse sistemáticamente las mejores semillas de caucho de la amazonía para sembrarlas en las colonias de Su Majestad. Cien años después, los norteamericanos que también son hijos de la Gran Bretaña -descienden de ellos- nos generan una pulmonía financiera con su oil shale de exportación, claro, esta vez sin robarnos las semillas.