Las impetuosas huestes comandadas por don Pedro Anzures de Camporredondo no se hubieran destrozado a fieras dentelladas, retrasadas gulas y hambres  descomunales, si es que hubieran sabido pescar, cazar y criar animales en estanques como hacían los antiguos indígenas amazónicos. Que sepamos ellos fueron los primeros caníbales en la floresta y la jornada gastronómica ha quedado registrada para siempre. Esos comedores de carne humana nunca supieron que el hombre ancestral de la  región boscosa tenía un exquisito y exigente paladar, comía bien y  sacaba el menú diario del contorno. No importaba nada ni imaginaba siquiera la comida chatarra del futuro.   De los variados potajes con sabor a chacra, a fresco vegetal, a esencia de ahumado,  da cuenta  el siempre hambriento Gaspar de Carvajal.

Los palteados y más que hambrientos navegantes dirigidos por don Francisco de Orellana hubieran acabado devorándose entre ellos si es que no hubieran encontrado abundante comida selvática.  Comían  demasiado y desataron una guerra no convencional teniendo como botín de victoria la comida. La sabrosa, suculenta y variadas comida peruana, hasta hace poco, se refería solo a los preparados de la Costa y la Sierra. Hoy las cosas están cambiando. En la geografía gastronómica nacional aparece el juane, el inchicapi, el tacacho y su cecina y algún otro preparado a base del paiche así se encuentre en veda. Don Antonio Raimondi nos llamó geófagos o comedores de tierra, porque encontró que algunos insensatos comían esa materia. El sabio milanés ignoró la chonta, y desbarró.

El desconocido ídolo de dura chonta, que anda por allí, nos informa que el uso de ese vegetal se pierde en la noche de los tiempos. En las artes de la guerra el dardo de chonta se convirtió en un arma temible. Los arqueros selváticos, que en ocasiones eran la avanzada el ejército imperial incaico, hacían correr a sus adversarios. El uso de la fibra, como alimento, tampoco es de ahora. Es de antes. Y por tantas cosas, como su sabor, su efecto benéfico para la salud y otros dones,  debería ser incorporado al acerbo gastronómico peruano. Por ello, Editora Tierra Nueva y la Universidad Privada del Oriente  han unido esfuerzos para hacer en esta Semana Santa el Festival de la Chonta.