El día en que  Bélgica pidió por Internet un entrenador, se desató por todas partes la pasión por dirigir a los peloteros. De varios lugares de la tierra vacía y baldía,  surgían las propuestas, las ofertas y los técnicos que querían agarrar ese león dormido que era supuestamente  el equipo belga. Del Perú se presentaron unos 20 millones de entrenadores con buenas historias, sonadas victorias y desatadas estrategias desconocidas para salir campeón en cualquier campeonato y a cualquier  hora. El equipo belga no podía quejarse y en cualquier momento iba a contratar al salvador de la escuadra nacional.  Entre los que se ofrecían para entrenadores figuraban muchos de la conocida región Loreto.

Eran unos estrategas que nunca  habían dirigido a ningún equipo, que nunca le habían ganado a nadie  y que nada sabían de estrategias a la hora de enfrentar al entrenador rival, pero que querían la batuta del equipo belga cuyo mérito a lo largo de la historia era solo  jugar con los pies. Y los avezados dirigentes  con los pies pensaron para contratar los servicios de un entrenador charapa. Este no se hizo de rogar para cobrar una buena suma, para liar bártulos, largarse a Bruselas con sus chivas y sus corotos y hacerse cargo de la selección belga.  El entrenador respondía al nombre de Fernando Meléndez quien fue vacado del alto cargo de gobernador un mes antes de su nombramiento como entrenador del equipo belga.

La estrategia del citado era quejarse de los rivales, no pagarles puntualmente a los jugadores  y ponerse a llorar por cualquier motivo. Con esas propuestas renovadas en el mundo de la pelota pensó que iba a llegar lejos. No contó con la evaluación de los directivos del pelotismo belga. Y no llegó muy lejos y tuvo que ser vacado del cargo al mes de haber asumido sus funciones de flamante entrenador de fútbol.