El color de la hormiga

En la cadena de despelotes, desaciertos y metidas de pata, el municipio de Maynas no tiene pierde. Gana por varios pescuezos,  trompas  y patas de ventaja. Es una curiosa entidad que tiende a la mala historieta, a la pésima telenovela. Lacrimal es lo que acaba de hacer el señor alcalde entrante y saliente, don Charles Zevallos. Decidió seguir contando con los servicios asesorales del repudiado señor Enrique Northcote.  Todo ello en contra del acuerdo que tomó con los trabajadores. Hace poco. Hasta el viernes pasado. Nada más. Resulta que ahora desconoce ese acuerdo y pone a su gestión dentro del color de la hormiga. Porque los trabajadores no se cruzarán  de brazos.

Si el huachafo Melcochita gobernara ese local edil, comandando a igoraldos, picapleitos burdos, asesores bastante controvertidos  y otros ejemplares, nos divertiríamos penosamente, porque se trata de una entidad pública que nos afecta a todos.  El dinero colectivo está allí y se requiere de un buen manejo para beneficio de esta urbe que anda de mal en peor.  Pero ni siquiera podemos reaccionar cuando el accidentado burgomaestre   decide seguir metiendo la pata. Eso parece ser el arte de gobernar para él: meter la pata. Y a cada rato. Pero parece que en esta ocasión se le fue la mano. O las patas. Declaró la guerra a los trabajadores y así pintó al local edil del color de la hormiga.

De una nueva capa, más bien, pues ese color tiene desde hace tiempo. La edilidad de Maynas no ha tenido un instante de calma en su fervor por la bronca, por el despelote o por el zafarrancho. Lo que acaba de hacer el alcalde puede significar un deterioro mental en términos clínicos, pero en términos políticos es una absurda declaración de guerra con sus costos inevitables. No tenemos una buena opinión de los que están en el poder. Menos de los líderes  del subdesarrollo. Menos de ese alcalde  soberbio, experto en burradas,  que acabó con la seriedad en el municipio de Maynas.