Javier Vásquez

François Poulletier de la Salle identificó por primera vez el colesterol en forma sólida en los cálculos de la vesícula biliar en 1769. En 1815 el químico Michel Eugène Chevreul nombró el compuesto «colesterina», del griego kolé, ‘bilis’ y  stereos, ‘sólido’.

El colesterol es un lípido, o grasa, que se encuentra en los tejidos corporales y en el plasma sanguíneo de los vertebrados y se forma  en el retículo endoplasmático liso de prácticamente todas las células. Abunda en las grasas de origen animal.

El colesterol es imprescindible para la vida animal por sus numerosas funciones:

  • Es un componente muy importante de las membranas plasmáticas de las células, siendo esencial para regular la entrada y salida de sustancias en la célula.
  • Precursor de la vitamina D, que esencial en el metabolismo del calcio.
  • Precursor de las hormonas sexuales, participa en la formación de progesterona, estrógenos y testosterona.
  • Precursor de las hormonas corticoesteroidales, participa en la formación de cortisol y aldosterona.
  • Precursor de las sales biliares que son esenciales en la absorción de algunos nutrientes lipídicos y vía principal para la excreción de colesterol corporal.

La concentración actualmente aceptada como normal de colesterol en el plasma sanguíneo, llamada colesterolemia, de personas sanas es de 120 a 200 mg/dL. Sin embargo, debe tenerse presente que la concentración total de colesterol plasmático tiene un valor predictivo muy limitado respecto del riesgo cardiovascular. Cuando esta concentración aumenta se habla de hipercolesterolemia.

Colesterolemia por debajo de 200 mg/dL  es la concentración deseable pues por lo general se correlaciona con un bajo riesgo de enfermedad cardiovascular.

Con colesterolemia entre 200 y 239 mg/dL existe un riesgo intermedio en la población general, pero es elevado en personas con otros factores de riesgo como por ejemplo  la diabetes mellitus.

Con colesterolemia mayor de 240 mg/dL se puede determinar un alto riesgo cardiovascular y se recomienda iniciar un cambio en el estilo de vida, sobre todo en lo concerniente a la dieta y al ejercicio físico.

El colesterol bueno (HDL) actúa como un equipo de mantenimiento para las paredes internas de las venas (el endotelio). El daño al endotelio es la parte inicial del proceso de la arteriosclerosis. Uno de los beneficios de este colesterol es que ayuda a reparar y mantener al endotelio en buen estado, así se podría evitar un infarto cardiaco o cerebral derivado de la arteriosclerosis. En mujeres el rango promedio de buenos niveles es de 50 a 60 mg/dL. En hombres es de 40 a 50 mg/dL.

El colesterol malo (LDL) tiende a acumularse en las paredes de las venas y arterias. Cuando sus niveles son altos representan un mayor riesgo de sufrir un infarto o embolia. La característica del colesterol malo es que, si se conocen sus niveles, se puede determinar el riesgo de sufrir una cardiopatía. Niveles menores de 100 mg/dL son considerados como óptimos, de 100 a 129 md/dL, aceptables, de 130 a 159 md/dL, como «limítrofe», de 160 a 189 md/dL son niveles considerados como altos, e igual o mayores a 190 mg/dL se valoran como «muy altos».

A diferencia del colesterol malo (LDL), en el colesterol bueno (HDL), los niveles más altos son mejores para la salud. De acuerdo a la Asociación Americana del Corazón, mantener niveles bajos de colesterol HDL, representa un riesgo mayor de problemas cardiovasculares. Tener niveles de «colesterol bueno» que oscilen entre los 60 mg/dL o más, podría brindar cierta protección contra enfermedades del corazón.