El clamor colectivo
En esta Semana Santa acuatizante y algo escandalosa en los predios sotánicos, no está mal que se cambie la dieta alimenticia consumiendo bastante pescado previo análisis de sus agallas y de sus buches que pueden andar contaminados. Tampoco está mal que se abandone por unas horas las timbas colectivas, las parrandas de lunes a lunes y las borracheras diarias. Esta bien que se reflexione cristianamente sobre los propios actos casi nunca acertados o sobre las siete palabras pronunciadas en la parrilla del tormento por el Salvador. En franco plan de enmienda de nuestros errores y pecados debemos andar todos y todas en estos días religiosos antes de volver a lo mismo.
En esta Semana Santa en creciente de las aguas naturales y vaciante perpetua de las aguas potables, está bien que se engulla bastante chonta con ánimo vegetariano pero no por eso debemos olvidar las puntuales palabras de un siervo del señor pronunciadas hace poco y publicadas en este diario. Nos referimos al vicario de la iglesia Matriz de esta ciudad, Antonio Lozán Díaz. El aludido habló que habló por todos nosotros, fue nuestra voz aunque no seamos mudos al referirse a la actitud de los políticos de estos potreros. El llamado de atención a esos señores es bastante puntual y merece nuestro aplauso, porque es el clamor de todos y todas, menos lógicamente de esos mismos políticos y sus proveedores, sus serviles y sus ayayeros.
Es posible que nadie en serio, ni siquiera en la perdonante y reflexionante Semana Santa y sus películas bastante repetidas cada año, hable bien de esos señores que andan disfrutando de las distintas formas del poder local y regional. Revocadores y no revocadores deben meditar sobre esa llamada de atención del pastor del señor. Sobre todo ahora que somos los últimos de los últimos en el campo educativo.