Percy Vílchez Vela

En veloces barcos, en prodigiosas canoas y en balsas repletas de desperdicios de todo tamaño y filiación,  ciertos moradores de Belén navegaron durante largos y tediosos días.  Iban hacia la frontera donde había un caserío remoto y perdido en el mar verde, y los peregrinos llegaron hasta el puerto principal, atracaron allí, desembarcaron la basura que llevaban y lo metieron en la cocina, el comedor, los cuartos, la sala, y el techo de la casa del antiguo alcalde de Belén, Richard Vásquez.  Este había renunciado a todo, hasta a su candidatura para burgomaestre de Maynas, cuando los comerciantes, vendedores del mercado y hasta simples moradores de las calles beleninas, comenzaron a poner basura en la vereda de su casa de la urbanización Rio Mar.

En poco tiempo se armó un cerro de desperdicios que fue desapareciendo la casa. El alcalde tenía que salir de allí apartando la basura acumulada, aplastando los deshechos y ensuciándose a más  no poder, pero no pudo soportar más tiempo, porque los que ponían los desperdicios aumentaban cada día. Así que el alcalde dejó esa casa de la urbanización y se fue a vivir en un barco abandonado en la orilla.  Hasta allí llegaron las personas cargando sacos de basura que luego amontonaron alrededor de la nave varada. El burgomaestre se vio obligado a huir hacia la frontera, pensando que allí, en esa lejanía, no iba a ser encontrado por sus declarados enemigos.

En medio de los desperdicios que afectaban toda su casa de la perdida frontera, el señor Richard Vásquez pensó que lo mejor era huir hacia el extranjero, adquirir otra nacionalidad, cambiar de nombre y de oficio y nunca más pensar en alcaldías o servicios a los demás. Fue así como cierto día abandonó el país y su rastro se perdió para siempre a partir de esa fuga.