El otro arboricídio del Alcalde

El 19 de febrero de 1926, el parroquiano Héctor Jarama, en evidente estado de ebriedad,  fue detenido y depositado en el calabozo de la intendencia de policía. Su delito fue agredir, maltratar, aporrear,  a los árboles del malecón de Iquitos. Es posible que el novedoso agresor tuviera un agudo trauma contra lo verde, la clorofila, el mundo vegetal. Salvando las distancias, los años transcurridos y  el consumo de licor,  el burgomaestre de Maynas, don Salomón Abensur Díaz,  como que tiene un nada secreto trauma contra los árboles. Un mal, al parecer.  Incurable. De otra manera no se explica su otro exterminio vegetal que acaba de perpetrar.

El otro arboricidio del respetable alcalde se consumó ayer, cuando agresivos operarios ediles, vestidos de faena laboral y portando sendas motosierras,  procedieron a aniquilar a las bellas y frondosas castañas de esa arteria. Como si nada, como si no fuera un atentado contra la salud de las personas cercanas a esos ejemplares. La palabra exterminio no es una exageración. Es la pura verdad de la milanesa. Los árboles, como víctimas de un atropello enconado, de un vendaval de furias, acabaron convertidos en fragmentos, en pedazos, en lonjas.  El único recuerdo de que allí crecieron y brindaron inapreciables servicios a los humanos, quedará entonces en las memorias de los vecinos de esa calle.

El agresivo señor Jarama, cada vez que empinaba el codo, se iba para el malecón y la emprendía furiosamente contra los pobres árboles.  El señor burgomaestre de Maynas es igual de reiterativo, de obsesivo. Porque ni las protestas de los moradores, ni la acción legal de don Aurelio Tang Ramírez le han hecho cambiar.  En aras de la lucha contra la contaminación urbana, de respeto a todo lo verde, de culto a la naturaleza que beneficia a todos y todas, exigimos al señor alcalde que explique a la ciudadanía qué ventajas trae a la ciudadanía el exterminio de los árboles que crecen en esta urbe.

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