Protesta con altibajos

El capitán Pedro Texeira fue el primero que nos arrebató una parcela de territorio. El último episodio de esa historia vergonzante todavía no ocurre. Pero puede ocurrir si es que los acuerdos con el Ecuador se implementan. En principio,  estamos en contra de todo entreguismo territorial a quien quiera que fuera. Estamos en contra de que la cúpula centralista decida sobre nosotros sin contar con nuestra opinión. Consideramos, por ello,  que la ciudadanía tiene derecho a expresar su mal contento, su protesta,  ante el doloso hecho cocinado en las oficinas del poder actual, representando en este caso por la cúpula aprista, cuyo líder hablador prometió en campaña revisar el tenor del tratado de Itamaraty.

Donde no podemos seguir a los gallardos muchachos del Frente Patriótico de Loreto, es cuando se lanzan  a esa medida sin trabajar primero para lograr la debida unidad. Hecho fundamental para que la razón de la protesta tenga contundencia. Y si esa actual dirigencia no ha logrado eso, significa que no existe la fuerza social y cívica que resuene en las oficinas de los que deciden desde la comodidad de Lima.  Y si no hay ese impacto, se puede deducir que hay un vacío de poder. Es decir, que el descontento local no encuentra su cabal expresión, ni su liderazgo exacto.  Y eso es grave.  En la medida en que el astuto centralismo puede aprovechar esa falta de eficacia.

El entreguismo de Leticia se consumó en medio de protestas de uno y otro lado. Inclusive,  la célebre toma de unos cuantos patriotas loretanos de ese pueblo, no sirvió para nada a la hora de consumar la felonía. La suerte estaba echada entonces. Igual puede pasar hoy. De tal suerte que los líderes del Frente tienen que poner las barbas en remojo, abandonar esa inercia que consiste en repetir fórmulas ineficaces  y delinear una estrategia más acorde con los tiempos que vivimos. De eso se trata y no de la grita estéril en las calles, de la marcha hacia algún lugar,  del  encendido discurso que no repercute en ninguna parte.