El ridículo circo de Charles Zevallos

Las payasadas besuqueadoras del circense Charles Zevallos no se quedaron en simple anécdota de un político vernáculo, no se perdieron en el olvido de las burradas de un candidato de tres por cuatro que puede estar en los primeros lugares, de acuerdo a ciertas encuestas.  Prosiguieron sin vergüenza ni elemental recato, ganando otros labios, sumando otras bocas, generando nuevos bochornos, produciendo vergüenza ajena, y hasta fueron imitados por otro aspirante a algún alto cargo. El beso público, forzado a  veces,  ha pasado a formar parte de la oferta de ese  candidato que cree, con fervor, que la política tiene que tener su espectáculo aparte, su papelón inevitable, para ganar más votos.

El circo de Charles Zevallos, carpa electoral que comienza con sus declaraciones aparatosas, que sigue con sus regalos de pelotas de fútbol y vóleibol, que se ensancha con celebración de festejos como su onomástico, que se enriquece con la oferta de tantos kilómetros de pistas, incorporó el beso de improviso y se volvió más ridículo todavía. Pero no se quedó allí. Últimamente, arribó a la frontera de su propia vulgaridad al recibir, en plena jornada política, la prenda intima de una posible votante. El bochornoso hecho repercutió en la vieja y lejana Lima, en el programa televisivo dirigido por  Rosa María Palacios. Honestamente no creíamos que el siempre folclórico Charles Zevallos llegaría tan lejos en su descenso hacia el ridículo. Y otros medios periodísticos dedicaron espacio al asunto, pero siempre desde la bufonería que ello representa. Y en el colmo de la enajenación esta cobertura ha incentivado al candidato desparramado en sus propios antojos.

El circo de ese candidato besuqueador y prendario, donde se puede adivinar una sensualidad no resuelta o un trauma sexual no aparente, rueda por el terreno de la imitación baja. Recordemos los senos expuestos de la célebre Cicciolina, el número 13 en el trasero de Susy Díaz, el lema entre las nalgas de otra candidata italiana. Recordemos al brasileño que iba por el mundo besando a quien se le ocurriera. Lamentamos que esta campaña se haya vuelto tan vulgar, tan irritante, por culpa de un candidato sin razones ni recursos que apela al escándalo para tratar de ganar votos. ¿Cómo atendería el político circense si es que gana las elecciones ediles? ¿Con besos ruidosos, apasionados, pidiendo las prendas íntimas de cada uno? Tanta huachafería debería llegar a su fin y la primera promesa que debería hacer Charles –más allá de pistas- es no andar por las plazas pidiendo besos y calzones como un candidato no sólo falto de cariño sino de autoestima.