Droga en la nave sumergida

En la hundida nave Camila, en lo profundo de uno sus ambientes, en el secreto de una de sus secciones, viajaba un cargamento explosivo, letal: droga. En la insistencia de las tareas de rescate se acaban de encontrar 16 kilos de pasta básica. Podría haber más de esa mercancía dolosa que iba a engrosar el mercado del vicio. Todo dependerá de las labores de rastreo y de búsqueda. Pero no importa la cantidad. Importa saber que ahora el propietario de dicha embarcación no puede seguir jugando el mismo papel de negar todo. No puede seguir diciendo que todo estaba en regla, que todo iba dentro del marco de la ley, que nada había fuera de las normas vigentes. Se acabó esa obsesión por limpiarse las manos, por fingir inocencia.  Eso no es todo.

El reciente hallazgo de esa droga oculta revela que la nave Camila navegaba esa noche también por los pantanos del delito, por el fango de la delincuencia. Ello no era novedad en esa embarcación. Ya conocemos que antes fue detectado que transportaba combustible ilegal. O sea después de ello no varió el horizonte de sus embarques y desembarcos. Parecía que necesitaba de lo prohibido para desplazarse por los ríos.  Desde el fondo de su tragedia, que ha enlutado a tantos, esa nave denuncia su filiación dolosa, su tendencia al hamponaje, su decidida opción por la ganancia al margen de la ley.

En la sumergía nave Camila puede habar entonces no sólo más droga oculta, sino también otros elementos  dignos del tráfico ilegal y del contrabando. Lo cual nos pondría, de nuevo, ante un viejo problema que no encuentra todavía su solución. Para nadie es un secreto que muchas naves, que realizan viajes por los ríos de esta montaña, llevan y traen droga y contrabando. Como si nada, como si tuvieran una carta oficial de ciudadanía. De vez en cuando algo se detecta. Pero luego las cosas siguen igual. ¿Qué ser hará ahora para que no se repitan los hechos de droga y contrabando y para evitar las tragedias fluviales?