Los desafíos culturales

En forma tardía, después de casi  190 años de vida republicana, aparece en este país el ministerio cultural. Después de algo así como 24 meses de avances y retrocesos, de idas y venidas, de consultas y hasta rechazos, por fin el  hablador mandatario Alan García cumplió con su promesa electoral. Todo está, pues, oleado y sacramentado y sólo falta la reglamentación para que ese conglomerado de entidades dedicadas a las actividades artísticas y culturales pasen a la sede central. Es decir, el ministerio les acogerá en un intento de darles una orientación acorde con los tiempos modernos. Suponemos. Porque de otra manera esas sedes seguirán en lo mismo, en el anquilosamiento diario.

El primer desafío de ese flamante ministerio es elegir a la persona idónea para desempeñarse  en el cargo. No puede ser cualquier militante palaciego o amigo del partido de turno, ni una eminencia en alguna profesión convencional. Debe ser alguien por lo menos enterado de la importancia de la promoción cultural, una de las profesiones del futuro. El segundo desafío es golpear fuerte para abrir la cerrada alcancía del ministerio de Economía, para así conseguir un presupuesto decoroso que le permita hacer obra en ese campo. De lo contrario navegará en la programación convencional. En otras palabras, vegetará en su propia incompetencia. 

Todo ministerio es una buena oportunidad para el despegue del sector, para el estallido de versiones innovadoras, para el avance hacia fronteras no imaginadas. En el caso que nos ocupa, el éxito también dependerá de la presencia de funcionarios lejos del burócrata  traspapelador y sin seso, del proyectista repetidor, del activista sin creatividad. En otras, palabras ese ministerio es un desafío en un país con tanta riqueza cultural.