Colegios en ruinas

En la desesperanza de los eternos declives nuestros, cada año se repite el drama de los colegios inconclusos, inacabados o con problemas sin solución. El inicio de las clases escolares es un engaño, un mito. Esos centros son como rémoras de la educación, antros que contribuyen a la postración de la enseñanza, al declive del conocimiento que se expresa en el último lugar en los rubros de las matemáticas y de la compresión de texto. Estamos en la retaguardia en un mundo que cada vez considera como una riqueza al cerebro humano y no a las máquinas o a las cuentas corrientes. El drama se repite como un eco sin que nadie tome al toro por las astas.

En la edición del viernes pasado este diario citó el caso del colegio Simón Bolívar que no se encuentra en capacidad de iniciar las clases escolares. Otros colegios están en las mismas condiciones. O en peor estado. El emblemático colegio Mariscal Oscar R. Benavidez, por ejemplo, está completamente blindado  por planchas de calamina y en su interior se tratan de acelerar los trabajos pero es imposible que las instalaciones estén listas para este primero de marzo. La remodelación de ese centro comenzó demasiado tarde. Pero ello puede ser un desliz perdonable. Lo que no se puede dejar pasar es el precio que pagan los alumnos al no tener las mínimas condiciones para acceder a la educación. 

Este primero de marzo, cual bandadas de palomas que regresan al vergel, volverán a clases los estudiantes de ambos sexos. Oficialmente, lo cual es casi siempre falso entre nosotros. Pero en la cruda realidad pocos serán los afortunados que tendrán todo listo para comenzar el año lectivo. Así las cosas, si nadie toma las medidas correctivas en el término de la distancia, estamos condenados a seguir por los siglos de los siglos en la cola en el rubro del conocimiento.